Ramón Jacques
Los tres teatros más importantes en Norteamérica: Nueva York, San Francisco y Chicago han programado dentro de su presente temporada La Fanciulla del West, en conmemoración del centenario de la opera de Puccini, que tuvo su estreno mundial el 10 de diciembre de 1910 en el Metropolitan, y cuya premier en el teatro neoyorquino se realizará precisamente la noche del 10 de diciembre de este año.
Se puede decir que la opera de Puccini, así como la obra teatral que inspiró su creación The Girl of the Golden West de David Belasco, mantienen una cercana conexión con la Opera de San Francisco, ya que su trama se sitúa en la alta California, en las minas cercanas y en los alrededores de esta ciudad, durante el periodo de la llamada “fiebre del oro” representada en esta opera. Resultó simpático ver como el publico presente reconoció con familiaridad los nombres de las ciudades, montañas, minas (incluido el famoso mensajero de Wells Fargo) que son mencionadas en los dialogos. De cualquier manera, la opera ha sido poco representada en este escenario, ya que su primera representación local ocurrió veinte años después de su estreno mundial, en 1930, y su ultima puesta escénica fue en 1979 con: Carol Neblett, Placido Domingo y la conducción de Giuseppe Patanè.
Como marcó visual de la función se estrenaron las escenografías concebidas por Maurizio Balò, realizadas en coproducción con el Teatro Massimo de Palermo donde serán vistas en el mes de diciembre, que le dieron a la acción un toque cinematográfico y captaron ese ambiente californiano del lejano oeste: como el bar construido dentro de una mina en el primer acto, una idea tomada del film Johnny Guitar de 1954 con Joan Crawford; la sencilla cabaña de Minnie en el segundo acto con montañas y nieve al fondo, y el tercero en el que se observa, además de las montañas, un evocador valle típicamente californiano. Tanto los correctos vestuarios, adecuados a la época, como la brillante iluminación, y la detallada, afanosa, pero nunca exagerada regia de Lorenzo Mariani (director artístico del Teatro Massimo) ayudaron a dar un toque de mayor realismo a la escena.
La soprano Deborah Voigt, quien debutó el personaje de Minnie y lo interpretará en todas las representaciones norteamericanas, ofreció una caracterización dramáticamente convincente, y aunque en su prestación vocal tuvo algunos problemas de emisión y en los agudos al inicio, una vez que calibró la voz la voz, cantó de manera homogénea y timbre robusto, por momentos de manera vibrante.
El tenor Salvatore Licitra interpretó con carácter y virilidad a Dick Johnson, con elegante fraseo, amplia proyección y grato timbre. Memorable fue la caracterización de un furioso y arrogante Jack Rance, por parte del barítono Roberto Frontali, quien actúo con confianza y autoridad, y mostró precisión vocal, así como brillante dicción y musicalidad. El resto del elenco tuvo un correcto desempeño, destacando al bajo Kevin Langan como Ashby, al barítono Timothy Mix como Sonora, y al tenor mexicano David Lomelí como Harry.
Para esta representación, Nicola Luisotti, titular de la orquesta del teatro, le cedió la batuta a Giuseppe Finzi, segundo director musical, quien mostró compenetración e identificación con la orquesta. La lectura de este joven maestro de Bari sorprendió y emocionó por el sonido compacto y parejo que obtuvo del foso, y sobretodo por la manera como fue cincelando la amplia gama de colores y exhuberancia de la orquestación. Una personalidad a tener en cuenta.
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