Massimo Viazzo
La Sexta de Mahler de acuerdo a Antonio Pappano fue lucida, implacable e inevitable. Así, los primeros dos movimientos de la “Trágica” formaron un díptico del mismo panel en el cual una urgencia expresiva, pero libre de sentimentalismos (el tema de Alma fue realizado con pasión, y fue todo menos lacrimoso) tendió a plasmar de nuevo la materia incandescente y al mismo tiempo fue lívida y plúmbea, sin tener que recurrir a sonidos sin gracia, a timbres sucios o a exageraciones expresionistas. Al final todo sonó “rotundo” y fue así como la misma música de Mahler pudo surgir como una cátedra (pero también y sobretodo gracias a la prestación de una orquesta muy optima en cada una de sus secciones) convirtiéndose en materia sensible, aunque también fue siempre eufónica. El sublime Andante moderato, delicadísimo y cantado, no fue más que un instante de dulzura previo al furibundo, multiforme y pirotécnico Finale, en el que los fantasmas, a los que dio vida y cuerpo Pappano, arrastraron a todo y a todos hacia un remolino claustrofóbico y vertiginoso. Hubieron muchas ovaciones finales para el excelente director de origen italiano y para su brillante orquesta, la Orchestra dell'Accademia Nazionale di Santa Cecilia, en lo que representó el quinto capitulo (aunque no se han interpretado en orden cronológico) de la ejecución integral de las Sinfonías de Gustav Mahler, prevista dentro de la presente y de la próxima temporada. Se interpretará también la monumental Octava, que es una verdadera y rara avis entre las composiciones sinfónicas ejecutadas sobre nuestros escenarios, y que vistos los aires que soplan en la actualidad, esta destinada a convertirse siempre en algo aun más raro.
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