Alicia Perris
Parece increíble pero lo es. Como si de una reedición del escándalo que en su día suscitaron algunas óperas como “La Traviata”, por su tema, ahora Anna Nicole Smith, da vida a un personaje de ópera que se estrena en el gran teatro londinense el mes que viene. Fallecida en febrero de 2007, debido a un abuso de fármacos, como le había pasado muy poco antes a su hijo Daniel, de 20 años, la trayectoria de esta conejita de Playboy no pudo menos de ser trágica y por lo tanto, susceptible de convertirse en contenido dramático. La modelo había nacido en 1967 en un pueblo corriente de Houston (Texas), como Victoria Lynn Hogan y –cómo no- fue abandonada por su padre. Un primer matrimonio cuando era muy joven (su historia se parece mucho en estos aspectos a la de Marilyn, con quien a menudo le gustaba que la compararan), le dejó un hijo con 18 años, el mismo que perdería años más tarde por el abuso de consumo de drogas .En 1992 y 1993 trabajó para la revista Playboy y en 1994 se casó con un multimillonario de 89 años impedido pero inteligente, que moriría el año siguiente, dejando a Anne Nicole multitud de problemas con la familia de su marido por problemas de herencia. En 2006 quedó nuevamente embarazada y parecía que la felicidad le iba a dar un respiro, pero su hija Dannielynn llegó casi al mismo tiempo en que se producía la muerte de su hijo Daniel. El 8 de febrero de 2007 se terminaron las miserias y desgracias de Anne Nicole que falleció sin poder ganar la batalla que había emprendido con la vida por la felicidad y la supervivencia. La ópera que lleva su nombre, rastrea los altibajos de una mujer de bandera, alta, rubia, retocada por una cirugía estética acorde con el gusto ordinario de los tiempos. Muchos pensarán- los más acérrimos partidarios del tradicionalismo y la cultura bienpensante- que esta muestra de liberalismo en la promoción de ciertas figuras y obras, están demás, otros, más interesados en aspectos crematísticos, opinarán que este tipo de evento, tan rompedor, puede abrir las puertas de los grandes coliseos a públicos menos vetustos y más entusiastas, aunque todavía por captar. La partitura fue compuesta por Mark-Anthony Turnage y el libretista es Richard Thomas. De todas formas, el texto fue revisado para que no desentonara dentro de los límites del decoro que un teatro de esta categoría puede aceptar como sala y como espectáculo. No faltaría más que recordar aquella máxima que se convirtió hace años en una obra del West End, creo: “No sex, please, we are British”. La ambigua sociedad inglesa tan atribulada ahora por estos desmanes en las costumbres, tuvo desde siempre, sobre todo a partir de la estética y la ética del reinado de la reina Victoria, una doble moral, escurridiza y deslizante. Pero hay que guardar las formas. Ansiosos estamos por leer las críticas que aparecerán en Londres al día siguiente del estreno, porque la eterna niña huérfana que no consiguió traspasar el estigma de una orfandad temprana, ya forma parte de la leyenda.
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