Fotos: Perez de Eulate / Guillermo Genitti - Teatro Argentino
Dr. Alberto Leal
Estrenada
el 3 de marzo de 1875 en la Opéra-Comique no fue originalmente bien recibida
por el público. Sin dudas, su argumento, liderado por una mujer que vive de una
forma muy alejada a la moral de la época y termina asesinada por un soldado
devenido en desertor y delincuente, desconcertó al público. Ocurrió lo
mismo con la versión presentada en el Teatro Argentino de La Plata, con
Dirección escénica de Valeria Ambrosio, pero obviamente por otros motivos. Muy bien
dirigida por el Maestro Tulio Gagliardo, cuidando siempre el balance entre foso
y escenario, con gran respuesta por parte de la orquesta y gran trabajo vocal
de ambos Coros, aunque desaprovechados teatralmente, esto alcanzó para brindar
– a duras penas – una correcta función de Carmen. Antes a adentrarnos en la función, es lógico reconocer
que el trabajo de Ambrosio, con respecto a la convocatoria de público, está
dando sus frutos. La fórmula es simple pero tiene garantía de funcionamiento.
Títulos populares, bajos precios – muy bajos – de las entradas justifican el
cambio. Y para los que amamos el medio nada más placentero que ver un teatro
lleno como estaba el Argentino el domingo. Por otro lado el edificio – exterior
e interiormente- continúa deteriorándose a pasos agigantados. Da pena ver tanta
destrucción en un teatro relativamente nuevo. La suciedad exterior y el
abandono interior son cada vez más notables y no veo solución a corto plazo.
Y volvamos a nuestra descolorida Carmen. Luego
de su Tosca del año anterior y la presente Carmen es fácil concluir que la Sra.
Anbrosio poco tiene para aportar al mundo de la ópera. No creo que se sienta
cómoda en este terreno y lo que ha aportado es un leve make-up, nada más.
En esta ocasión integró algunos pocos elementos
de la comedia musical – que ese si debe ser su fuerte – pero no gravitaron para
nada en el resultado final ni aliviaron el marcado aburrimiento del primer
acto. Se usó la versión opéra-comique , con diálogos , pero severamente
cortados. Con nulas marcaciones para el coro y solo algunas puntuales para los
solistas, esta Carmen navegó gracias al
respaldo musical y, en alguna medida, vocal. Lograda la simple
escenografía de los dos primeros actos, triste la del tercero y kitsch la del
último acto, coronado con un cuadro de una mujer desnuda con las banderillas
clavadas en su espalda….al mismo tiempo que se proyectaba el hashtag
#NiUnaMenos! (René Diviú).
El feo
vestuario, con variaciones de tiempo y lugar sin razón alguna, con ambos coros
vestidos como si hubieron llegado así de sus casas y los soldados con trajes
del “Ejercito de Liberación”, camuflados…no tiene coherencia ni explicación
alguna y no ayudan a la representación. No parece existir aquí una idea clara
de que se buscaba. (Valeria Ambrosio).
Correcta iluminación de Willy Landin. Adriana Mastrángelo pareció no moverse aquí con la comodidad que lo
hizo en la puesta de Marcelo Lombardero. Su altura y su tipo físico la apartan
de la figura de Carmen. Pero cantó con su hermoso timbre, siempre afinada, con
buena línea de canto y, por momentos sexy. Ella y Sebastián Sorrarain ( Dancairo) fueron claramente los dos que
mostraron mejor dicción francesa. En
algunos momentos de los 3 primeros actos fue poco audible (por lo menos desde
mi butaca 5ta fila de Platea Alta). Pareció guardar su voz para el último y
exigente acto, donde se la escuchó con muy buen volumen, vibrante, con
gran entrega, generando un magnífico dúo con Enrique Folger (Don José). Es notable que ninguna de sus arias
fuera aplaudida. Folger, en uno de
sus papeles más logrados, volvió a mostrar su hermoso timbre, su notable
volumen, gran temperamento y condiciones de actor. Por lejos lo mejor de la
función. Así lo entendió el público premiándolo con una ovación luego de su
aria y siendo el más aplaudido en su salida final. El “ES” Don José. En algunos
momentos podría pedírsele un canto algo mas matizado, pero es tanta su entrega,
tanta la emoción que logra generar, sobre todo en una función notablemente
aburrida, que cada una de sus salidas levantaban considerablemente el nivel de
la misma. Bravo. Leonardo Estévez (Escamillo) no mostró diferencias con la versión de Lombardero. Agudos
forzados, tirantes, voz despareja. Aunque tiene la presencia adecuada,
Escamillo no parece ser un rol de los adecuados para sus condiciones vocales. María
Bugallo (Micaela) cantó con
musicalidad y correcta línea de canto, aunque su voz es demasiado ligera para
el rol. A pesar de ello se la escuchó toda la función sin problema alguno, en
parte a su timbre rico en armónicos. El cuarteto de contrabandistas – Victoria Gaeta – Rocío Arbizu –
Patricio Oliveira y Sebastián Sorrarain – cumplieron una excelente actuación. Sorrarain,
que hizo del Dancairo su papel fetiche, ya que lo ha cantado en la mayoría de
las representaciones de Carmen de los últimos años, da una clase que como
aprovechar al máximo un rol comprimario y convertirlo en un personaje de
importancia en la trama. Muy
buenos trabajos de Sebastián Angulegui (Morales), Walter Schwarz (Zuñiga) Y
Fernando Alvar Nuñez ( Lilas Pastia). El trabajo de Alejandro Ibarra, brinda una coreografía que se destaca
particularmente en los interludios donde los “Alter ego” de los protagonistas
anticipan la acción siguiente, pero mas allá de lo estético poco aportan a la
acción. Logrará amigarse alguna
vez con la Opera la Sra. Ambrosio?
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