Sunday, June 14, 2015

Così fan tutte en el Liceu de Barcelona


Foto: A Bofill

Carlos Rosas 

El Gran Teatro del Liceu de Barcelona, decidió programar en su cartelera actual Così fan tutte de Mozart, ópera que no era vista en este escenario desde la temporada 2004. Inicialmente se pensaba que la trilogía Mozart Daponte podría verse en tres temporadas consecutivas en este escenario, pero se sabe que la producción de Lluis Pasqual prevista para la temporada 2015-2016 fue finalmente reemplazada por Benvenuto Cellini de Berlioz.  Muchos agradecerán el hecho de que la oferta de títulos es variada, como en un teatro de este nivel deben ser. Para estas funciones el teatro conformó dos elencos, y esta función correspondió al que sería “en teoría” el alternativo. Personalmente no me gusta hacer esta distinción, ni me gusta que los teatros la hagan, porque parecería que los artistas colocados en un segundo elenco son considerados “per se” como de un nivel inferior al del primero, y si su desempeño no es adecuado, la repercusiones de lo que se haga en un escenario importante como este pueden ser contraproducente para ellos. La realidad es que este elenco conformado en su mayoría por jóvenes, pero experimentados cantantes españoles, respondió de manera correcta y satisfactoria. A la soprano Maite Alberola, se le notó un poco rígida en escena poco convencida en su actuación, pero logró compensar con una voz con cuerpo y notable agilidad, algunas dificultades en el registro agudo pero sacó adelante sus arias. La mezzosoprano Gema Coma-Alabert se presenta con frecuencia en este teatro, su Dorabella fue correcta y actuada con gracia, y voz oscura, muy musical y suficiente peso. El tercer papel femenino, el de Despina correspondió a la mezzosoprano Ana Tobella quien sedujo por su la mezcla de brillo su cómico y sutileza vocal. Su personaje mostro desenvoltura.  El tenor David Alegret encarnó un Ferrando con grato y cálido timbre lirico que desde un inicio un tanto frio fue creciendo en intensidad y ganado confianza. Al barítono Borja Quiza mostro sus dotes vocales, pero en escena pareció estancarse y con poca gracia ofreció menos de lo que nos tiene acostumbrados en otras ocasiones.  El único extranjero del elenco fue el barítono sudafricano William Berger como Don Alfonso, con presencia escénica mostró que el personaje es un vividor y un burlón charlatán. Su voz es cálida y rica,  pero más de uno en el teatro estuvo de acuerdo que su cuestionable pronunciación y dicción italiana desmerecen su desempeño.  El Coro funcionó bien en cada una de sus intervenciones y la orquesta bajo la mano de Josep Pons no paso de ser discreta, ya que por momentos sonó errática en los tiempos, poco cuidada, en algunos momentos la música sonó tan ligera que no proyectaba lo suficiente, pero la música de Mozart siempre sale adelante. Para el último dejamos la parte escénica, que correspondió a Damiano Michieletto, la misma producción estrenada hace algunos años en La Fenice de Venecia.  Una versión moderna, inteligente y divertida de contar una historia  situada en la actualidad en un hotel de lujo, sobre un escenario giratorio, en las que se pudo observar la recepción, un bar, habitaciones, todo de buena manufactura diseñado por Paolo Fantin, con vestuarios también modernos de Carla Teti.  Michieletto aprovecho cada espacio para el movimiento y para hacer un trabajo teatral convincente, fluido y con la justa medida de comicidad. Su dirección puede resultar desconcertante, casi grafica, pero es segura, bien pensada. Para apreciarla las puestas no es necesario ser admirador incondicional de Michieletto, si no que se debe tener la capacidad de considerarla simplemente por lo que es: brillante.  Además el director de escena italiano está de moda, y en los escenarios importantes como el del Liceu es donde se debe presentar.  Por ello un acierto del Liceu de ofrecer esta producción.

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