Foto: Annemie Augustijns
Ramón Jacques
La Juive de Fromental Halévy es el título más atractivo que
ofreció la Ópera de Flandes en esta temporada. Esta grand opéra que tuvo éxito y fue representada con regularidad en el siglo 19, desapareció
durante el periodo de la segunda guerra mundial; y a pesar de fue redescubierta
en los años 50, y de ser una de las obras claves en la historia de la ópera,
continúa siendo relativamente desconocida. Sin embargo, presenciarla en vivo es
constatar que se trata de una ‘obra maestra’ desde cualquier ángulo que se le
quiera ver: orquestal, teatral, vocal y coral. La ciudad de Amberes cuenta con
una amplia comunidad judía, por lo que no es de extrañar que la ópera haya sido
programada, como tampoco lo fue la presencia de policías armados vigilando el
teatro y sus alrededores. Pero aquí no hubo ninguna provocación, más que la
verdadera revelación del contenido de la ópera,
con su densa y dinámica música, bien escrita para las voces y la
teatralidad del eficiente libreto de Eugène Scribe. La segura concertación de Tomáš Netopil mantuvo la emoción y las palpitaciones al máximo con
una orquesta que le respondió bien y a la altura de la situación. La producción
del Nationaltheater Mannheim ideada por Johannes Leiacher, trasladó la
acción a la actualidad, con elegantes y modernos vestuarios, guantes azules para
los cristianos y amarillos para los judíos. La sobria escena, tuvo como fondo la
enorme vidriera de una catedral gótica, y al frente unas estructuras metálicas
móviles, que iluminaban con brillantez el escenario. La dirección escénica del
polémico Peter Konwitshchny, extrajo la complejidad de los personajes y
esbozó una sociedad distorsionada por el extremismo y el fanatismo mortal que
se da por la falta de tolerancia al próximo, con ironías, desprecios y algunas
exageraciones. El coro mostró solidez y homogeneidad, y una activa
participación artística que lo llevo a cantar e interactuar con el público
entre las butacas. El tenor Jean-Pierre Furlan exhibió buenos medios vocales;
y el poder, el valor y el compromiso de Eleazar. La soprano Gal James,
tuvo todo para hacer una Rachel memorable, voz con cuerpo, modulación, belleza
y fuego interior. Elena Gorshunova creó una caprichosa Eudoxie con
nitidez en su timbre y Robert Macpherson aportó calidez y enjundia a
Leopold. Dmitry Ulianov fue un autoritario Cardenal de Brogni, aunque vocalmente
desmesurado y de timbre poco grato.
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