Foto: Teatro alla Scala Milan
Massimo Viazzo
Regresa después de 60 años a la Scala (la última
ocasión fueron las famosas funciones de 1958 con el trio de las maravillas
Callas-Corelli-Bastianini) Il Pirata
de Bellini, la ópera con la que en 1827 dio inicio el romanticismo italiano, justo aquí en el teatro del Piermarini. Así,
continua la recuperación de obras estrechamente ligadas al teatro italiano y
casi desaparecidas del repertorio, una política seguida con gran escrúpulo,
competencia y entusiasmo del sobreintendente Alexander Pereira. Las arduas
dificultades que deben ser superadas por los dos protagonistas representan
probablemente el motivo principal por la que esta obra maestra es rara vez
representada en la actualidad. Después de todo, en la premier cantó una de las parejas canoras más extraordinarias de la
época, conformada por el tenor lombardo Giovanni Battista Rubini y por la
soprano francesa Henriette Méric-Lalande. En esta ocasión, los dos papeles
principales les fueron confiados a dos voces emergentes del panorama
internacional. Piero Pretti en el
papel de Gualtiero, desplegó cierta desenvoltura para dominar su ardua parte.
Lo agudos y sobreagudos fueron bastante firmes y limpios mientras que el fraseo,
en general pareció muy variado. Sonya
Yoncheva personificó una Imogene apasionada y con temperamento. Con su
amplia y carismática vocalidad pudo emocionar, sobre todo en la conmovedora
escena final, que fue visualmente muy envolvente, en un espectáculo que sumado
todo fue bastante ordinario y estático, curado por Emilio Sagi. El director
español pensó contar la historia del libreto de Felice Romani en un espacio
fijo, fuera de tiempo, con paredes reflejantes más bien sugestivas, pero que
aun así fue resultó anónimo. También pareció monótona la conducción de Riccardo Frizza, con dureza por aquí y
por allá, y pobre de colores. Volviendo
al elenco, mencionaré al Ernesto un poco desbordante de Nicola Alaimo, mientras que un reconocimiento al mérito entre los
comprimarios deber ir con seguridad para Riccardo
Fassi, un Goffredo de voz sana y rotunda.
El coro estuvo muy confiable como siempre.
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