Foto: Ruth Walz
Ramón Jacques
Abordar temas
políticos y de actualidad en producciones escénicas parece ser la moda que esta
surgiendo en importantes escenarios operísticos. Así, la compañía De Nationale Opera de Ámsterdam ofreció
una versión controvertida de La Clemenza
di Tito, que abordaba temas como: el terrorismo, la crisis de refugiados, y
la segregación racial y de clase. El encargado del montaje fue el célebre Peter Sellars, quien intentó adaptar
estos temas a la trama de la ópera. La idea que en papel lucía interesante, y una
oportunidad para el director de mostrar y denunciar una realidad, tomó una ruta
distinta encaminándose hacia el lado irónico, banal y absurdo de un espectáculo
más de Regietheater, que tuvo una visión distinta del libreto y que tampoco desarrolló una
idea teatral con coherencia. Visualmente el espectáculo fue vistoso, con cubos iluminados en el
centro del escenario, representando rascacielos, que en el tercer acto se veían
destruidos por explosiones, de un set diseñado por George Tsypin, con
vestuarios de Rubby Duiveman, y la
iluminación, determinante en la puesta, de James
F. Ingalls. Dentro de ese marco se desplazaban soldados con ametralladoras;
los miembros del coro, caracterizados como gente de diversas etnias y
religiones, terroristas presos, y los solistas. Al final, Tito, el político víctima
de un atentado terrorista, muere convulsionándose en una cama de hospital. La
parte musical del espectáculo fue satisfactoria, gracias a la presencia en el
foso de MusicAterna, agrupación con
sede en el teatro de Perm Rusia, que mostró solidez y buena dinámica bajo la mano
segura y desbordante entusiasmo de su director Teodor Currentzis. El coro de MusicAterna,
estuvo muy participativo en la actuación y en su canto. Currentzis
reemplazó los recitativos con fragmentos de otras obras de Mozart como: la Música para
un funeral masónico en do menor, el Benedictus y el Kyrie de
la Gran misa en do menor y del Adagio
y Fuga en do menor, que no parecieron
invadir a la partitura principal. Con
cargada sobreactuación y enorme y destemplada voz fue como el tenor Russell Thomas personificó al personaje
de Tito, que encabezó un elenco multiétnico que incluyo a la delicada y
distinguida Vitellia de la soprano rusa Ekaterina
Scherbachenko, al intrépido Annio de la soprano trinitaria Jeanine de Bique; al enérgico Publio
del bajo jamaiquino Willard White, y
a la radiante Servilia de la soprano afroamericana Janai Brugger. Mención aparte para la mezzosoprano Paula Murrihy, quien sobresalió por la
musicalidad y un canto pleno de intención y buen gusto que imprimió al papel de
Sesto.
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