Fotos: Teatro Colón
Luis G. Baietti
Kurt Weil y
Bertold Brecht colaboraron en varias obras, siendo las más famosas La ópera de
dos centavos y este Mahagonny, que ahora presenta el Teatro Colón por cuarta
vez desde su estreno en 1987 (si bien la segunda vez fue en el Luna Park) En
ambas obras el foco temático, fiel a las ideas comunistas de Brecht, es la
crítica en un modo más bien burlón de la decadencia de la sociedad capitalista,
consumida por el ansia irrefrenable del lucro. Para ello crea la historia de
tres delincuentes prófugos que sufren un accidente automovilístico y deciden
crear una ciudad en el lugar donde han quedado varados, próximo a las
excavaciones en busca de Oro- La ciudad pronto crece vertiginosamente atrayendo
aventureros de todas partes y prostitutas que vienen a atenderlos
profesionalmente. Sufre una amenaza de destrucción por el pasaje de un huracán,
hasta que finalmente luego de un período de caos la ciudad restablece el orden
y se vuelve al business as
usual con que se cierra el título. En realidad, la línea argumental, así como
los personajes son secundarios, ya que lo que cuenta es la trasmisión de la
idea política central. Weil y Brecht se separarían después cuando el primero
intentó liberarse de las restricciones al papel de la música que imponía el
segundo, que además presentaba su ideal teatral como el teatro épico que debía
apelar al intelecto del espectador por oposición al teatro dramático que apela
a sus sentimientos. De allí que en buena medida estamos en Mahagonny en las
antípodas de los que en la época de los grandes títulos líricos se entendió
como ópera. La música de Weil tiene momentos y momentos. En algunos la música
levanta vuelo (principalmente en los actos 2 y 3 que aquí se representan
juntos). En otros cede a la concepción de su autor y es más teatro hablado que
cantado. La versión que nos ofrece el Colón es una auténtica súper producción
donde no se han escatimado recursos y donde se han aunado los esfuerzos de 3
Teatros de ópera del continente americano para dividir costos.
Preside la
misma, dueño y señor de la puesta Marcelo
Lombardero que en uno de sus mejores trabajos logra una versión de altísimo
impacto donde pone en juego todo lo que conoce de las artes escénicas, que por
cierto no es poco. Y nuevamente logra grandes efectos con la fusión de la imagen
filmada con la acción teatral, como en las escenas del comienzo con la huida en
auto de los delincuentes y el espectacular accidente de auto que sufren, o en
el segundo Acto con la irrupción del huracán. Un trabajo memorable que de por
sí justifica la reposición. Pero se han reunido además toda una serie de
elementos de calidad, comenzando por escenógrafo, vestuarista, iluminador y técnico
de artes audiovisuales. Hubo además un excelente director musical con una
amplia carrera en el Covent Garden, el rendimiento de gran calidad bajo su
batuta de la Orquesta Estable y el del Coro bajo la dirección de David Syrus con varios momentos de
destaque, en particular de los tenores, en la segunda parte de la Opera. Y un
elenco de primerísimo nivel encabezado por Nikolai
Schukoff y Nicola Beller Carbone.
Ambos son estupendos actores. El un tenor con una poderosa y extensa voz muy
bien administrada que con justicia está teniendo éxito en Europa como Don José,
Erik (navío fantasma) Y Pollione (Norma). Ella una lírica ligera con fáciles
agudos pero una voz potente en el centro y graves. Se lucieron además Iris Vermellion, mezzo, como Leokadia
Begbick, Pedro Espinoza como Fatty,
en varios momentos una torre sonora, y los locales Luciano Garay (¡que bonito
timbre de voz tiene) Ivan Garcia, Gonzalo Araya Pereira y naturalmente Hernán
Iturralde que como Moses vuelve a dar una decantada aprueba de su arte. En suma,
un espectáculo memorable, pese a un texto que no lo es tanto.
Luciana Garay que será del barítono Luciano Garay?
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