Fotos cortesía INBA
Lázaro Azar / Periodico Reforma.com
Cd. de México
(19 septiembre 2017).- Pocos compositores hay tan queridos por el público
operístico como Puccini, por ello resulta inexplicable que, aun siendo uno de
sus títulos menos programados, La Fanciulla del West (1910) no se hubiera
presentado en México; enterarnos que en 1909 Justo Sierra vislumbró la
posibilidad de que su estreno mundial ocurriera aquí con motivo de las fiestas
del Centenario de la Independencia, es todavía más sorprendente. Este 17 de
septiembre La Fanciulla fue estrenada en el Palacio de Bellas Artes, y José
Octavio Sosa aclara en el programa de mano que el 24 de febrero de 1920, fue
presentada en el desaparecido Teatro Arbeu bajo la concertación de Alfredo
Padovani. Si el telón se alzó media hora tarde o si Puccini se adelantó al
decir que los bad hombres que ahí aparecen son mexicanos, es lo de menos. Lo
importante, es la exuberante orquestación con que esta partitura arropa un
libreto de "vivo sentido teatral" y que, como señala Roger Alier,
"es de las pocas en el repertorio, en las que lo que sucede en escena
atrae al espectador casi por sí mismo, haciendo de la música un mero subrayado
de la acción". Desgraciadamente, una cosa es lo que escribió Puccini y
otra, mal resuelta y con notables desatinos, la que llega hasta nosotros
firmada en su trazo escénico, escenografía e iluminación por Sergio Vela, quien
correspondió a los intercambios que ha tenido con Luiz Fernando Malheiro,
invitándolo como concertador. El problema, no es lo minimalista de la
escenografía ni si por la pretendida corrección política de esa caricatura de
partido que se hace llamar ecologista, fue que se prescindió del caballo sobre
el cual galopa la protagonista para entrar a escena en el tercer acto, tal y
como lo concibió Puccini. A cambio de tan emocionante golpe teatral, Vela
incurrió en sus consabidas maniobras con montacargas que subían y bajaban
plataformas del escenario, además de su proverbial gestualidad forzada -la
"cámara lenta" del segundo plano- o de hacer descender a esa masa de
amontonados gambusinos a un inesperado sótano que cómo habrían deseado mis tías
beatas para esconder cristeros. Más hilarante aún resultó la alfombra voladora
donde nuestra fanciulla puso a levitar a su amado y que le habrían envidiado
los hermanos Almada, Juan Orol y hasta al mismísimo Ed Wood pues nos hizo
pensar que Ramérrez estaba siendo abducido por un ovni. Lástima que hasta ahí
llegara el intento de preservar la nada novedosa estética pseudo
cinematográfica presentada en un principio y relegada después. Del vestuario
adocenado y las plastas con que rudimentariamente pretendieron maquillar al
elenco mejor ni hablar. Confío que serían menos peores de lo que la pésima
iluminación, ¡ay, tan estrellada! permitía vislumbrar; al fin y al cabo, el
coro sonó decorosamente y pese a que muchas veces tapó a los cantantes, la
orquesta hizo un buen papel. Vocalmente, el elenco fue dispar: de los 17 roles
secundarios, Rodrigo Urrutia (Ashby) y Enrique Ángeles (Sonora) demostraron
solvencia y los demás batallaron hasta con la pronunciación. De los tres
protagónicos, fue grato escuchar nuevamente a Jorge Lagunes (Jack), si bien
Andeka Gorrotxautegui (Dick/Ramérrez) fue quien cosechó la única ovación
unánime tras entonar Ch'ella mi creda libero e lontano. ¿Tendrán una cover para
las funciones restantes, o precisarán que lo que se oirá, será La fámula del
West? Porque escuchar los berridos y la pobreza de agudos con que Ángeles
Blancas abordó a Minnie fue tan lamentable como desastrosos los gritos con que masacró
el dueto del segundo acto. En fin, que así fue el oneroso retorno de Sergio
Vela al escenario del Blanquito [Palacio de Bellas Artes], sumando otro capítulo a un nutrido historial
de títulos, muchos de ellos auténticos estrenos en México, que jamás se han
vuelto a reponer conforme a su propuesta. ¿Por qué será?
****Esta crítica
corresponde a la función de estreno, lamentablemente el resto de las funciones
de Fanciulla del West en el Palacio de Bellas Artes fueron canceladas debido al
terremoto que azotó la ciudad de México el martes 19 de septiembre.
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