Foto: Brescia & Amisano - Teatro alla Scala
Massimo Viazzo
Como tercera ópera de la actual temporada, el
Teatro alla Scala representó el Simon Boccanegra firmado por Federico
Tiezzi, un espectáculo coproducido con Berlín y que fue montado en escena
por primera vez en el teatro milanés en el 2010 con Plácido Domingo en el papel
titular, y repuesto más veces en Milán como también de gira por el
extranjero. Es necesario decir que esta producción que es coherente,
funcional y respetuosa, continúa mostrando un cierto estatismo de fondo, con
escenas, todas sumadas de manera tradicional, bien compuestas pero no siempre
envolventes. La entrada de las ‘plebes’ durante la
extraordinaria escena delConsiglio dei Dodici (agregada
fundamentalmente en la segunda version de la opera elaborada por Verdi con
Arrigo Boito en 1881) es floja; aunque también la de Simón en el ‘palagio
altero’ del prologo que no parece ser tan angustiante o espectral. Es
un espectáculo muy digno y discretamente bello para ver, pero al cual se
le requeriría una marcha de mayor nivel emotivo. Demiurgo de la velada
fue Myung-Whun Chung. El maestro coreano concertó la partitura con
pasión y fineza. Cada frase, o mejor, me atreveré a decir, cada nota, fue
analizada y sopesada en una visión global interpretativa de gran equilibrio y
alma. Chung trabajó cincelando las frases más intimas y supo también sacar
energía y vigor del conjunto scaligero sin desbordarse, teniendo un paso teatral
dramáticamente muy eficaz. Desde los tiempos del célebre Boccanegra
de Claudio Abbado, no se escuchaba una dirección orquestal tan
refinada y envolvente de esta ópera. También el elenco se reveló a
la altura, comenzando por el notable Simone de Leo Nucci, un
barítono amadísimo en la Scala, cuya vitalidad y longevidad vocal no dejan de
sorprender. Su Simone fue humano, sufrido y dramáticamente creíble. Su
antagonista fue interpretado por Dmitry Beloselskiy. El bajo
ucraniano mostró una voz amplia y voluminosa, aunque su registro más grave
resultó un poco débil. Fresca y cándida fue la Amelia de Krassimira
Stoyanova, una soprano musical de timbre luminoso.Fabio Sartori en
el papel de Gabriele desfogó una facilidad de canto encomiable con agudos muy firmes
y pulidos y de notable esmalte. De color claro y emisión correcta se
escuchó la voz baritonal de Dalibor Jenis, un Paolo, justamente
insinuante; y como siempre, fueron ejemplares las intervenciones de Ernesto
Panariello[Pietro] una absoluta seguridad en papeles menores de las
producciones scaligeras de este año. Como olvidar al magnífico Coro
del Teatro alla Scala bajo la dirección de Bruno Casoni que se
cubrió nuevamente de gloria.
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