Renzo Bellardone
Così fan tutte, ossia La scuola degli amanti fue la ultima de las tres operas del compositor de Salzburgo con libreto de Lorenzo da Ponte, cuya primera representación fue en el Burgtheater de Viena el 26 de enero de 1790. La opera, considerada frecuentemente algo mas que una farsa revestida de agradable música se concretiza en un evento hecho de intrigas amorosas y artimañas artificiales que conducen a un final completamente respetuoso de la conveniencias “de fachada” que contenta a los “bien pensados” con un final feliz sin problemas. De cualquier forma la opera es siempre divertida, y muy agradable para ser escuchada, y aun en tiempos difíciles, hace estar de buen humor. Vittorio Borrelli retomó la dirección originalmente firmada por Ettore Scola, la cual demuestra todos los años que tiene. Borrelli la aligeró un poco y meritoriamente la hizo más brillante. En la opera enfocada en cinco personajes hubo un ir y entrar de figurantes y coristas sobre la escena de Luciano Riccerri, de por si rica con una pintura napolitana del siglo dieciséis, además se remarcó el carácter napolitano de la opera con la clase de los vestuarios de Odette Nicoletti, algunas tazuelas y café que tomaban los personajes, y la sobria pero bien utilizada iluminación de Andrea Anfossi. La valida orquesta del Regio fue dirigida por un atento Christopher Franklin que apuntó con éxito todas sus bien calibradas energías hacia el resultado musical y vocal. El coro en sus pocas intervenciones, resultó impregnado y calibrado con la habitual y precisa dirección de Claudio Fenoglio. Fiordiligi fue interpretada por Carmela Remigio quien se lanzó en agilidad y agudos centelleantes así como en tristes recitativos. Laura Polverelli vistió el papel de Dorabella con la habitual seguridad interpretativa que obtiene de una rica paleta de colores. Ambas consolidadas y afirmadas interpretes internacionales de sus respectivos papeles, dieron lo mejor de la opera mozarteana. Marco Nisticò fue un Guglielmo con voz de timbre bronceado y persuasivo y buena prestancia escénica. Ferrando encontró en Andrew Kennedy un buen interprete de vocalidad apropiada, sabiamente utilizada en los diversos registros. Bien combinados, los dos intérpretes masculinos ofrecieron una apreciable prestación vocal y actoral. Barbara Bargnesi impartió una “lección de vida de acuerdo a Despina” con la desenvoltura física y la agilidad vocal que el papel pretende. Carlo Lepore hizo su parte como si estuviese vestido con la piel del personaje. Con voz profunda y ágil, movimientos y comportamientos bufos, utilizó la mejor técnica para recordar que ‘Belle o brutte..così fan tutte’. El espectáculo fue en general agradable, enriquecido por el elenco y una dirección de óptimo nivel. !La musica vence siempre!.
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