Foto: Gaston de Cardenas for Florida Grand Opera
Sebastian Spreng
Miami Clasica
De Bellini y Delius a Prokofiev y West Side Story, los amantes de Verona han sido, y seguirán siendo, inagotable manantial de inspiración. Tchaicovsky, Svendsen, Berlioz, Stenhammar y Nino Rota son sólo algunos de los que cayeron bajo su hechizo pero Romeo et Juliette de Gounod es la que quizás mejor represente su traslado al género lírico; una ópera que, aunque almibarada, posee imbatible ímpetu romántico para brindar adecuado marco emocional a la tragedia de Shakespeare. El libreto de Barbier y Carré se concentra al máximo en la pareja – amén de “intervenir” el final – y si a primerizos podría resultarle algo extensa, basta con rendirse ante la bella melodía de Gounod (con buen criterio, la presente versión de la FGO, ha hecho cortes que la agilizan. Acertó la Florida Grand Opera al presentarla como conclusión de su temporada 2011-12 y por vez primera en el Adrienne Arsht Center (la última fue en 2004 en el Dade County Auditorium). La buena recepción por parte de la audiencia se debió a una puesta que funcionó en cada departamento. El dispositivo escénico creado por Erhard Rom permitió el desarrollo casi ininterrumpido de la acción: una Verona estilizada, vagamente inspirada en los fondos arquitectónicos del “Quattrocento” y que en su atemporalidad evoca a Giorgio De Chirico y M.E. Escher. Sobre muros y arcos deslizables, Rom proyectó imágenes prerrafaelistas y efectos lumínicos (de agua para los amantes y de fuego para las familias rivales) donde solo una innecesaria luna en la escena del balcón restó magia a su sencilla pero efectiva concepción. Menos colaboró la intervención de bailarines tanto en el prólogo como en otras escenas que sólo distrajeron la atención del discurso musical; vale destacar que, desafortunadamente, esta es una curiosa, endémica tendencia que se ha instalado en muchas puestas en escena, y en todas partes, con el aparente fin de entretener al público en lugar de enseñarle a apreciar las virtudes de la partitura. No obstante, son reparos mínimos frente a una producción que se erige como la más sólida de la temporada con una destacada actuación del coro a cargo de John Keene, quien usa pianisimos al comienzo; así la masa coral pareció contarle en secreto a la audiencia los sucesos por venir.La orquesta dirigida por Joseph Mechavich tuvo un rendimiento parejo y si en alguna instancia faltó más pasión, nunca cubrió las voces. El elenco cumplió con eficacia las órdenes del director David Lefkowich. Desde el Tebaldo del tenor Daniel Shirley, con el justo metal, así como el Frere Laurent de Craig Colclough, con su requerida gravedad; el Paris de Graham Fandrei, el duque de Joo Won Kang, la sonora Gertrudis de Cindy Sadler y el Stephano de Courtney McKeown, asumiendo un papel siempre ingrato, redondearon prestaciones de buen nivel. Mención especial para Jonathan Michie cuyo Mercucio calentó los motores con la canción de la reina Mab y tuvo fluido desempeño escénico, sin contar con la lucha de espada, renglón en que tanto Montescos como Capuletos demostraron destreza. El joven elenco secundó a dos protagonistas físicamente ideales y creíbles. La despreocupada jovialidad y optimismo de Romeo contrastó con la ensoñada y melancólica Julieta, determinada niña-mujer que presiente la tragedia desde el vamos. Como en la vida, la adolescente fue más madura que su impetuoso enamorado reflejando un rasgo típico de la temprana juventud que contribuyó a delinear mejor los personajes. En su primer Roméo, el francés Sébastien Guèze (31) mostró dicción ejemplar, total compenetración y privilegiado physique du role. Un tour-de-force para cualquier tenor, salió airoso del difícil compromiso del aria “Ah lève toi soleil”, tuvo a disposición todos los agudos – incluso para remontar el concertante que cierra el cuarto acto – y jugó una soberbia escena final. Más experimentada, la Juliette de la soprano mejicana Maria Alejandres (28) fue la revelación de la noche. Habiendo cantado el personaje en Covent Garden, Lausanne y La Scala, exhibió notable seguridad y frescura vocal. El caudaloso centro de su voz posee una velada dulzura poco frecuente en sopranos líricas lo que la aleja del “canario” habitual; una que en intención, carga emocional, buen francés e inflexiones podría recordar a la joven Barbara Hendricks. Alejandres cantó un inolvidable ”Amour, reanime mon courage” y en una feliz jugada, la FGO se aseguró su regreso comprometiéndola para Traviata de la próxima temporRomeo y Julieta fue el título indicado para una noche emocionante y emocional que sirvió de apropiado telón final para Robert Heuer quien se retira después de treinta y tres años en la compañía y veintiséis como director general. Emocionante y emocional.
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