Foto: Lynn Lane
Karina González
A Coffin in
Egypt del
compositor estadounidense Ricky Ian
Gordon es el estreno mundial número 52 que se presenta sobre el escenario
de la Ópera de Houston. Esta ópera de cámara de 90 minutos de duración con
libreto de Leonard Foglia, es una
adaptación de la obra homónima de 1980 del dramaturgo y escritor texano Horton
Foote en la que el personaje de Myrtle Bledsoe, una mujer de 90 años de edad,
reflexiona sobre su vida pasada cuando fue una bella y acaudalada mujer, al
lado de un infiel marido, viviendo en el pueblo de Egipto, Texas, mientras que
al mismo tiempo lamenta las oportunidades que dejo perder: como sus amoríos con
un jeque argelino o el ofrecimiento de un empresario de Nueva York por
convertirla en una exitosa artista. El Libreto de Leonard Foglia, quien además se
encargó de hacer una correcta y detallada dirección escénica, se enfocó
principalmente en la lucha interna de Myrtle contra la amargura. Así
transcurrió toda la obra, con un libreto de poca imaginación, sin una explosión
final, y sin un desarrollo en la historia que envolviera y convenciera más al
público o que captara el poético lenguaje de la obra de Hoote A su vez, el sencillo montaje de Riccardo Hernández mostró ricas
imágenes otoñales de la región texana del propio Hoote, y sus vestuarios fueron
de buena manufactura, particularmente el elegante vestido de seda roja de la
protagonista. La intérprete principal de este dramático tour-de- forcé fue la legendaria mezzosoprano Frederica Von Stade, única cantante en escena, quien volvió a pisar
un escenario después de su anunciado retiro en el 2010 cuando en este mismo
teatro se presentó en la opera Dead Man
Walking de Jake Haggie. En este monodrama participaron además algunos
actores que dieron vida a personajes como Hunter (David Matranga) marido de
Myrtle y otros. El trabajo actoral de
Von Stade fue notable y en su canto mostró consistencia, con cada nota bien interpretada
y con fluidez, exhibiendo su inconfundible timbre que sonó apasionado y
reflexivo. Musicalmente, la orquestación de Gordon, con algunas similitudes al idioma
tonal de Copland y siguiendo algunos leitmotivs, creó un ambiente musical suave
y melancólico, desfasado con el escenario por el débil libreto con el que
parecía ir en una dirección opuesta. Su estructura harmónica por momentos se convertía
en atonal sin ningún motivo especial. Gran parte de la variedad musical la
aportó un coro que cantaba himnos y canticos góspel, lo que además sugería la
interacción racial que se daba en el pequeño pueblo. La reducida orquesta bajo
la conducción de Timothy Myers ejecutó
la partitura con sutileza y ligereza de manera correcta. La obra fue
coproducida con la Opera de Filadelfia y el Wallis Anneberg Center for the
Perming Arts de California, lo que le asegura algunas funciones más durante
este año en el norte de Estados Unidos, así como en la costa oeste del país,
pero pensar que esta obra tendrá una vida post-Von Stade, francamente resulta
difícil de imaginar.
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