Renzo Bellardone
En un unicum de gran fuerza interior y de armónica belleza se
sintetizaron las más elevadas formas de arte que hablan directamente el
corazón: la música y las palabras, que aquí resurgieron como una elevada forma
de poesía. (Wilheim Műller). Furio Zanasi el barítono de fama internacional por
su interpretación de papeles del teatro monteverdiano, tocó un harpa con la voz
de variados y dulces colores que moduló como en la composición de un delicado
pero vigoroso mosaico de cromatismos muy refinados. Con envuelta pasión y
limpio fraseo, externó todos los sentimientos contenidos en el texto, con un
poético esbozo de claroscuro, que son la valiosa esencia en Winterreise. Al
piano, no solo haciendo el acompañamiento, si no como una segunda voz del
concierto, Massimo Viazzo completó
el dueto con virtuosa agilidad y fuerte interpretación de la escritura. El
énfasis, el brillo y las incitaciones emergieron del instrumento en un fluir de
ondas dominadas por la tempestad, armoniosamente dulces al descender las
notas. El primer lie Gute Nacht abrió inmediatamente en el
modo atormentado que se convierte en el hilo rojo del recital, y los dos
intérpretes en esta ocasión, como en las sucesivas, dieron una representación
muy intima y cerrada. Auf dem Flusse pareció
aligerar rítmicamente la composición con danzas y marchas, pero no fue así, y
el viaje continuó sobre el hilo de un corazón roto. Irrlicht
fue cantado por un afligido Zanasi y después Einsamkeit fue una
suspirante invitación. El piano estuvo
obsesivo en Im Dorfe, harmónico y
ligero en Täuschung. El hombre del
organito Der Leiermmann concluyó el viaje en una suerte de transposición
trascendental. Un aplauso para los
refinados interpretes como para la atrevida propuesta de Guido M. Guida quien
no tuvo temor de insertar una propuesta casi de nicho para el público italiano
en el ámbito de una en el ámbito de una temporada musical de amplio respiro.
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