Foto: INBA
RJ
Ricardo Castro ATZIMBA
V. Dávalos, C.A. Galván, G. Ruiz, A.C. Acosta, A. Gama, C. Sánchez. Dir.: E. Patrón de Rueda. Director de esc.: A.
Salinas. 13 de abril del 2014.
Atzimba de Ricardo Castro, compositor
mexicano y último romántico del porfiriato,
se estrenó en enero de 1900 y fue escenificada en temporadas sucesivas hasta 1952
cuando la partitura se extravió y la obra quedo en el olvido, pero por el 150
aniversario del nacimiento del compositor nacido en Durango; Arturo Márquez recuperó la obra
orquestando las partes faltantes del segundo acto. Con libreto en español de
Alberto Michel, inspirado en La Conquista
de Michoacán de Eduardo Ruiz, la trama en tres actos que ocurre durante la
conquista de Michoacán narra el triangulo amoroso entre el sacerdote Huépac; la
princesa tarasca Atzimba y el oficial español Jorge de Villadiego, que concluye
con la muerte de ambos. La orquestación posee interesantes y gratos pasajes
musicales, es conocido su Intermezzo;
con tintes italianizados con un estilo verdiano, sin renunciar a su carácter
nacionalista. Por su emotiva ejecución la orquesta de Bellas Artes se alzó como
una protagonista de la velada. El montaje escénico de Jesús Hernández fue austero y con poca imaginación, solo unas
pirámides movedizas sobre la escena y un enorme espejo colgando en la parte
trasera del escenario. Los desangelados vestuarios y la plana iluminación ayudaron
poco a la vistosidad del espectáculo. La dirección de Antonio Salinas con conceptos de Luis de Tavira, consistió en hacer a los cantantes subir y bajar
sin sentido de las pirámides, mucha gestualidad y constantes ceremonias y
danzas. La compleja escritura vocal es tirante y exigente por los continuos
desfases con la música, pero Violeta
Dávalos, que dio vida a una sensual princesa, sorteó las dificultades del
papel con segura emisión y grato uso del registro medio. El tenor Carlos Arturo Galván, cantó con enjundia
y pasión a de Villadiego. Guillermo Ruiz
desplegó su potente voz como Huémac, y
el resto de los personajes, y el coro tuvieron un discreto desempeño. Es necesario
señalar que el merito de esta exhumación corresponde al Instituto de Cultura de
Durango, que honra así a un distinguido ciudadano, y no a una compañía de ópera
acéfala de liderazgo y visión, que ha desdeñado durante el tiempo la labor operística de muchos
compositores mexicanos.
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