Foto: Robert Millard
RJ
G. Donizetti LUCIA DI LAMERMOOR Albina Shagimuratova, Saimir
Pirgu, Stephen Powell, James Creswell, Joshua Guerrero. Director musical: J.
Conlon. Director de escena: Elkhanah Pulitzer.
Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles, California USA. Abril del 2014.
Por el resultado de esta función, parecería que los 15
años que separan esta producción de la ultima que de esta ópera se realizó en
Los Ángeles no se debió a una omisión o descuido de programación, si no a una
paciente espera hasta encontrar a la soprano que superara lo vivido aquí en
1999 con Sumi Jo en el papel estelar. Esta soprano ya está aquí y se llama Albina Shagimuratova, quien ya había
dejado en este teatro durante la temporada 2009, una probada de su pirotecnia
vocal como la Reina de la Noche en La Flauta Mágica. Poco imaginaríamos, los
que conocemos su trayectoria cuando ingresó al estudio de la Ópera de Houston
como lo hacen muchos otros, que potencialmente en ella había una estrella y que
en tan poco tiempo se convertiría en una referencia en los papeles de
virtuosismo. El papel de Lucia lo cantó recientemente con éxito en la Scala, y
tan solo unas semanas después lo haría en este escenario californiano. La función que nos ocupa perteneció en su
totalidad a la soprano rusa, que desplegó un manejo pirotécnico de la
coloratura, una claridad y nitidez en su cantó, agilidad y buena proyección. Es
una intérprete que se mete en la piel del papel, lo vive los sufre con pasión,
y conmueve con su delicadeza cuando le es requerido. A su lado tuvo al óptimo
tenor Saimir Pirgu, muy seguro en su
desempeño vocal, con timbre cálido, buena dicción y fraseo como Edgardo, que
actuó con ímpetu y pasión, aunque algo sobreactuado por momentos. Poco que
destacar del Enrico del barítono Stephen
Powell, quien actuó con poca autoridad y convicción y cantó de una manera
engolada y poco refinada. Por su parte, el bajo James Creswell creó un imperturbable Raimondo con una voz profunda y potente. El resto del
elenco contó con el tenor Vladimir
Dmitruk como Arturo, Joshua Guerrero
como Normanno y D’Ana Lombard como
Alisa, de buen desempeño y pertenecientes todos ellos al programa de jóvenes
artistas del teatro. El coro dirigido por Grant
Gershon cumplió dignamente, aunque en
este caso no era necesaria tanta gestualidad ni absurdas coreografías. La
producción diseñada por Carolina Angulo
situó la obra en un lugar indeterminado, más conceptual que real con el uso de
proyecciones y abigarrada iluminación en diversos colores, con particular
énfasis en el rojo, algunos elementos
como una escalera al fondo del escenario, una mesa etc. Los elegantes
vestuarios confeccionados por Christine
Cook correspondían a un tiempo alrededor de finales del siglo 18. La dirección de escena fue puntal y con apego
a la historia por parte de Elkhanah
Pulitzer, debutante en este teatro. La parte musical bajo la entusiasta y
experimentada conducción de James Conlon
fue grata, ya que el director ha sabido explotar las virtudes de su orquesta
que ha moldeado a lo largo de los años hasta dotarla de un sonido y una personalidad
propia. Su lectura fue rica en matices, muy armónica y con una dinámica justa y
cuidado por las voces.
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