Fotos: Luis Garibay
José Noé Mercado
“Beetlejuice”
Se podría decir que Danny Elfman (Los Ángeles, 1953) actualmente es uno
de los compositores más reconocidos de la historia del cine, arte en el que ha
sido nominado al Oscar en cuatro ocasiones. También es de los más admirados y queridos por el público cinematográfico
que tiene presente el soundtrack de
cintas como American Hustle, Silver
Linings Playbook, Milk, Spiderman, Men in Black, Mission Impossible, entre otros trabajos para la pantalla
que ondean en el mundo pop tan universalmente que ni él mismo puede explicar
cómo sus notas musicales lo han logrado. Explicar, por ejemplo, la icónica penetración en el mundo contemporáneo
del tema de The Simpsons, que Elfman compuso en
1989, rebasa el análisis de cualquier posible fórmula de éxito y, sin embargo,
constituye un ejemplo de poder sonoro mundial como lo son también las primeras
notas de la Quinta Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Entonces, Danny Elfman también es un creador de sonidos que identifican
y sintetizan una parte significativa del mundo cultural de fines del siglo 20 y
lo que llevamos del 21. En el terreno de la musicalización cinematográfica su
importancia se ha medido con la de personajes como Ennio Morricone, Nino Rota,
John Williams y se mide aún con Philip Glass, Trent Reznor, Hans Zimmer o
Charlie Clouser. Pero, sin duda, lo que más abundantemente habla sobre la obra musical
de Danny Elfman, con sus múltiples influencias, cultivo de géneros, con una
mano orquestadora fabulosa, es su prolífica colaboración de 25 años con el
cineasta californiano Tim Burton (1958). Puesto que Elfman ha sido más que un musicalizador de Burton. Ha sido
un co-creador de mundos y personajes entrañables en la mente del público, sin
cuya intervención sonora creativa cuesta imaginarse las fascinantes aventuras
en universos tan emblemáticos de la cultura pop como los de Batman, Eduardo
Manos de Tijera, Willy Wonka, Jack Esquéleton o Barnabas Collins.
“Beetlejuice”
Tim Burton ha logrado lo que para todo artista constituye uno de los
mayores retos: la creación de un mundo personal, que lo identifica y resume,
con personajes que no quieren ni podrían ocultar su ADN aun cuando puedan ser,
más bien, recreaciones. Y es que, al margen de las críticas recientes por cierta repetición de
elementos, la inclusión sí o sí de su actor fetiche Johnny Depp o, más
concretamente, por filmes que pueden no ser perfectos, el cineasta y productor
californiano consiguió casi desde el inicio de su trayectoria artística que su
apellido se convirtiera en un adjetivo: burtoniano, y, sin duda más admirable
aún, en una entidad estética inconfundible: burtoniana. Ciudades color pastel, matices visuales altamente contrastados o urbes
oscuras, atmósferas góticas, con frecuencia en melancólicas celebraciones como
navidad o halloween, son escenarios para el
deambular de personajes desenchufados del resto, sombríos, buleados, que más
que extravagantes llegan a la clasificación de outsiders,
freaks, weirds. Una incursión en el libro de poemas ilustrados La
melancólica muerte de Chico Ostra (1997) de Burton, ofrece un amplio
catálogo de personajes complejos, excéntricos, dañados, héroes cuya mayor
monstruosidad es despertar la empatía, el ser entrañables. Y así ocurre, casi siempre, al transitar por la obra burtoniana, una
dimensión habitada por seres ojerosos tatuados por la noche y el desvelo, de
cuencas muy hundidas pero ojos expresionistas, de cabellera alborotada,
frecuentemente con suturas en el cuerpo, boca y nariz diminutas, pálidos,
alargados, achaparrados, obesos, que enfrentan y terminan por asumir su
extrañeza como un distintivo de naturaleza casi creadora y artística pero
doliente, sobre la que se vuelve la sociedad con rechazo a la modificación,
hacia el genio transformador. Hacia las manos de tijeras. Y la música de Danny Elfman ha estado ahí. Brindando la autopista sonora para que esos mundos cobren vida.
“Beetlejuice”
De ahí el revuelo que causó la presentación del espectáculo “Danny
Elfman: música de las películas de Tim Burton” que se presentó en el Auditorio
Nacional los pasados 8 y 9 de abril, luego de que el show se
estrenara en California, en octubre de 2013, y luego se haya presentado en
Canadá, Inglaterra y Suiza. Para la interpretación en vivo de las obras de Elfman, que fueron
acompañadas por videos con bocetos originales y secuencias de las películas de
Burton proyectados en tres pantallas gigantes, perfectamente sincronizadas y
con una curaduría de arte burtoniana, se contó con la participación de la
Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro EnHarmonia Vocalis, baja la batuta de
John Mauceri, concertador que ha hecho la gira con el espectáculo. El concierto fue no sólo atractivo y conmovedor, sino emocionante.
Entre el público, principalmente entre los 20 y 40 años de edad, había gente
disfrazada de el Guasón, el Pingüino, Alicia, Eduardo Manos de Tijera, Willy
Wonka o el Sombrerero. Algunas chicas asistentes acarreaban peluches del perro
Sparky, de Umpa Lumpas o del cadavérico Jack Esquéleton. Se trató de un concierto excitante que inició con una obertura de Charlie and the Chocolate Factory, y le siguieron los temas
principales y las respectivas suites
orquestales de Pee-Wee’s Big Adventure, Beetlejuice, Sleepy Hollow, Mars Attacks, Big Fish, Batman y concluyó en su primera parte con Batman Returns. La ejecución de la Orquesta Sinfónica Nacional respondió bien a la
concertación de Mauceri. Resultó destacado el trabajo de las cuerdas. Los
alientos metálicos podrían haber mostrado más opulencia, pero no presentaron
pifias. El coro fue el punto más débil, al mostrar un sonido sin mucha
claridad, a lo que quizás contribuyó la no familiaridad con el repertorio y el
idioma inglés. Mucho mejor logró su sonoridad en las vocalisés, que ayudaron a
definir correctamente las ambientaciones.
Luego del intermedio, se interpretaron temas principales y suites
orquestales de Planet of the Apes, Corpse Bride (que no dirigió Burton, aunque sí fue parte del
desarrollo y del equipo creativo en su momento), Dark Shadows,
Frankenweenie, Edward
Scissorhands (momento en el que también participó la talentosa
violinista Sandy Cameron para interpretar una virtuosa cadenza
vestida con un traje de piel negra con incrustaciones metálicas al estilo
Eduardo Manos de Tijera), The Nightmare Before
Christmas (en donde llegó el momento orgásmico, ya que en el
escenario apareció el mismísimo Danny Elfman quien cantó y actuó diversos
pasajes a cargo de Jack Esquéleton en la película), para cerrar con un broche
de oro largamente ovacionado: Alice in Wonderland. Elfman, quien conocía San Miguel de Allende debido a una relación
sostenida con una pareja mexicana en el pasado, se dijo sinceramente fascinado
por México y el recibimiento que se le brindó. La gente apenas podía controlar la emoción despertada por el espectáculo,
con una exquisita combinación de música en vivo, bocetos gigantes y secuencias
fílmicas que mostraron momentos atesorables con objetos y figuras familiares en
stop-motion o interpretados por actores
como Johnny Depp, Michael Keaton, Winona Ryder, Jack Nicholson, Christopher
Walken, Helena Bonham Carter, Danny de Vito, Freddie Highmore y muchos
más. La música de Danny Elfman seguirá acompañando el heroísmo oscuro pero
necesario de Batman, el arte transformador pero hiriente de Eduardo Manos de
Tijera, el mito vital sobre el gran pez, el valor acobardado de Ichabod Crane…
Y, por fortuna, no sólo en las películas. Sobre todo, en la estima de la gente
a la que ha tocado con su arte.
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