Foto: Todd Rosenberg
RJ
De las grandes operas de Mozart, La Clemenza di Tito es una de las que más tiempo le ha costado
encontrar un nicho dentro del repertorio internacional, por ello, no es de
extrañar que la Lyric Opera de Chicago solo la haya escenificado una vez en su
historia, en octubre de 1989, y con un memorable elenco conformado por
Gösta Winbergh (Tito), Tatiana Troyanos (Sesto), Carol Vaness (Vitellia) y
Susan Graham (Annio) bajo la conducción de Sir
Andrew Davis; también encargado de dirigir esta función final de la
temporada 2013-2014. El hoy titular de la orquesta tuvo una lectura inicial
errática y lenta, por momentos letárgica, con desfases con la escena, pero una vez
que pudo calibrar su lectura en el transcurso de la función alcanzó brillantez
y una amplia gama de colores con la orquesta, y la ayuda de su solida sección
de metales y alientos. La parte visual del espectáculo fue la producción diseñada
por Sir David McVicar que fue estrenada en el festival francés de Aix
en Provence, para el que fue concebida, en coproducción con el Capitole de
Toulouse y la Opera de Marsella. Contadas son las producciones que se ven en
los teatros estadounidenses de diseño y concepción 100% europea y aunque esta
tuvo algo de estática, sirvió su propósito de agradar al conservador público. Con
un muro con puertas y ventanas al fondo del escenario (réplica de la autentica
pared del Palacio de Arzobispos de Aix-en Provence, donde se colocó el
escenario en su estreno), escaleras que entraban y salían del lado derecho,
rejas y columnas que lo hacían por el lado izquierdo y un busto cubierto del
emperador al centro, la sobria puesta servida por una brillante iluminación, regaló
bellas estampas de pinturas de Jacques-Louis David, de donde también se inspiró.
Los elegantes vestuarios en negro y blanco correspondían al siglo 19, porque
McVicar apuntó a crear personajes humanos, exaltando la relación entre ellos,
su psicología y sus sentimientos. Del tenor Matthew Polenzani, en el papel de Tito, gustó la claridad en su
canto, la brillantez en su timbre y su musicalidad, aunque desmereció su
caracterización de un furioso, violento y poco mesurado emperador. La soprano Amanda Majeski actuó con naturalidad y desenvoltura a Vitellia, a
la que prestó una voz homogénea, clara y ágil. La atención estuvo centrada en la mezzosoprano Joyce DiDonato, quien convenció por su entrega y compenetración con
el personaje de Sesto, y conmovió profundamente en cada una de sus arias con su
brillante, cálido y virtuoso canto. El
bajo Christian Van Horn fue un correcto
Publio con voz de tonalidad oscura; Emily
Birsan creó una frágil Servilia y la mezzosoprano Cecelia Hall mostró entusiasmo y exaltación cantando y actuando a Annio.
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