Ramón Jacques
Como parte del ciclo de conciertos denominado “Les grandes voix” (las grandes voces) que se realiza en diversos teatros de la ciudad de Paris y que agrupa a destacados interpretes vocales de la actualidad, tanto en concierto como en recital, se realizó esta interesante gala de música religiosa con dos obras de rara ejecución, por The English Concert, conocida agrupación de instrumentos de época y dos sobresalientes solistas. El recinto elegido para la ocasión fue la antigua y enorme sala de conciertos Pleyel, que por sus dimensiones no es quizás el escenario mas apto para este tipo de repertorio, pero que aun así, lució repleta por un satisfecho y entusiasta público que reconoció y aplaudió largamente a los intérpretes. Primero se escuchó el motete para solista Salve Regina en fa mayor de Nicola Porpora (1686-1768), compositor gloria de la escuela napolitana, maestro de los castrados Farinelli y Caffarelli y contemporáneo de Bach y de Handel, de quien fue rival durante su estancia en Londres, pero cuyas obras no tienen el reconocimiento que merecen. Después de la amplia introducción adagio para cuerdas con la que da inició esta obra, emergió el elegante canto de la soprano Anna Caterina Antonacci, quien mostró un registro agudo desplegado, espléndido en los pianos y las ornamentaciones, con las que alcanzó el raro equilibro entre la melodía y el dramatismo contenidos en la pieza. De Antonio Vivaldi (1678-1741) se ejecutó el sereno y jubiloso Nisi Dominus en sol menor RV 608, que contó con la sutil, opulenta y oscura tonalidad en la voz de la contralto Sara Mingardo, quien mostró refinamiento, suavidad y maestría técnica, en un repertorio que parece adaptarse mas a sus cualidades vocales que el operístico. La frescura y soltura, de las voces de Antonacci y Mingardo se conjuntó y se complementó en la conmovedora y vibrante interpretación que se escuchó del Stabat Mater en fa menor, obra maestra del compositor Giovanni Battista Pergolesi. La dirección musical de Harry Bicket, desde el órgano en las dos primeras piezas, fue sensible y pausada, pero cauta y en algunos pasajes carente de dinamismo. A su vez, la orquesta que mostró una ágil y liviana sección de cuerdas, sobretodo en sus brillante partes para violín solista, tuvo un desempeño que en términos generales fue un poco mecánico, rigido y en un nivel linferior en relación al memorable nivel exhibido por las solistas.
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