Lloyd Schwarz
Henry Purcell fue siempre un afortunado, ya que aunque parte de la música de la partitura original de su única obra totalmente cantada, Dido y Eneas (1688) se encuentra extraviada, lo que aun queda de ella es una de las mayores glorias de la música. Una abigarrado drama de una hora de longitud basado en la Eneida de Virgilio, sobre el encuentro entre Troya, escapando de la caída de su ciudad, con la reina de Cartago. Purcell agregó una hechicera mala, que con su grupo de brujas prometió la caída y ruina de Dido. En esta obra no hay una sola nota desperdiciada, y ciento setenta años mas tarde, Berlioz compuso una obra épica basada en el mismo tema, y Mark Morris adaptó uno de sus mas conmovedores bailables a la opera de Purcell, en la que el mismo interpretó a Dido y a la hechicera, demostrando el impulso destructivo inherente en cada persona.
Dido es la tercera producción consecutiva que el festival Boston Early Music Festival hace de alguna opera de cámara, y sus directores musicales Paul O’Dette y Stephen Stubbs, le agregaron mas música de Purcell, principalmente de bailables, con el fin de rellenar las partes en las que el libreto original señala que debe existir música. Sin embargo, esta lección de las prácticas de interpretación del siglo 17 no hace más que disminuir su dramatismo. Yo personalmente lamentó el haber tenido que escuchar más música, después del profundamente conmovedor lamento coral, que se canta al final por Dido. La malicia de la hechicera de Mark Morris fue cómica y peligrosa. El director de escena Gilbert Blin nos ofreció únicamente la comedia, y tanto el tenor Jason McStoots como el coro de brujas se dedicaron a provocar risas fáciles, en vez de dedicarse a cantar. La mezzosoprano canadiense Laura Pudwell mostró una rígida majestuosidad como Dido y no tuvo ni la voz ni la profundidad emocional para interpretar el aria final de Dido “When I am laid in Earth”, que es una especie de "Liebestod" proto-wagneriano barroco.
Como Eneas, Douglas Williams mostró un sólido centro vocal pero sonó un poco tenso en los extremos de su voz. Eneas es una especie de enigma, y el énfasis de Blin en los movimientos y gesticulación barroca no le ayudó a Williams a encontrar el centro del personaje. Como Belinda, la soprano rusa-americana Yulia Van Doren, mostró una bella y animada voz, pero su ejecución vocal inhibió considerablemente su dicción. Ni los fastuosos vestuarios ni los delicados bailes barrocos parecieron compensar lo extensa que fue la función. La orquesta del festival BEMF contó con un grupo de destacados intérpretes como O’Dette y Stubbs, en el laúd y la guitarra, Robert Mealy, Cynthia Miller Freivogel, Laura Jeppesen, y Phoebe Carai, en las impresionantes cuerdas, y Avi Stein en el clavecín. El coro tuvo su mejor momento en el bis, del vigoroso himno de Purcell de King Arthur.
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