Mercedes Rodríguez
Una Manon que no hay que olvidar, porque apenas quedó nada para recordar. El Maestro Lorin Maazel canceló por encontrarse indispuesto, dividiéndose las funciones entre Patrick Fournillier y Jordi Bernàcer, quien estuvo al frente el pasado día 21. Una dirección bastante monótona y aburrida sin nada que destacar. Y esa fue la tónica general de la velada, que transcurrió sin pena ni gloria, sin un solo instante que merezca la pena revivir. Todo fue plano: las voces, la dirección, la escena. No hubo calidad en el elenco vocal, salvándose solamente el tenor Vittorio Grigolo que encarnó al Caballero Des Grieux y, aunque manifestó un canto brusco, demostró al menos intención y arrojo que fueron de agradecer. La Manon de Ailyn Pérez careció del empaque vocal necesario, con un caudal escaso y una voz de una fragilidad extrema. El Lescaut de Artur Rucinski fue correcto pero sin brillo vocal. En cuanto a los papeles de menos peso, haciendo un análisis proporcional, la calidad fue mayor. Así fue en el caso del bajo Raymond Aceto como Conde Des Grieux, el Guillout de Monfontaine del tenor Emilio Sánchez, el Señor de Brétigny del barítono Andrea Porta, y el trío de Poussette, Javotte y Rosette, que interpretaron la soprano Ilona Mataradze y las mezzosopranos Ekaterina Metlova y Natalia Lunar. Tanto Ilona Mataradze como Natalia Lunar, pertenecen al Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. En cuanto a la puesta en escena de Vincent Paterson, para gustos, pero tanta influencia “hollywoodiense” no contribuyó a un enriquecimiento de la trama argumental, por no mencionar el movimiento escénico que fue bastante inadecuado o inexistente.
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