Foto: de Luis Carlos Felizardo
Lauro Machado Coelho
Der Rosenkavalier, op. 59 de Richard Strauss. Elenco: Anne Schwnewilms (soprano), Franz Hawlata (bajo), Kristine Jepson (soprano), Rodrigo Esteves (baritone), Anna Korondi (soprano), Marialia Vargas (soprano), Marcos Thadeu (tenor), Denise de Freitas (mezzosoprano), Atalla Ayan (tenor), Carlos Eduardo Marcos (bajo) y otros. Coro de OSEP. Director de escena: André Heller-Lopes. Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo (Orquestra Sinfônica do Estado de São Paulo- OSEP). Director musical: Sir Richard Armstrong. 9 de septiembre. Sala São Paulo
La mariscala Marie Therese von Werdenberg, personaje secundario de una ópera que se llamaría Ochs, se desarrolló, por uno de esos fenómenos que se escapan del control de los libretistas, y se transformó en el personaje central de la ópera El Caballero de la Rosa. El director de escena André Heller-Lopes lo sabe y, en torno a ello construyó un “concierto-escénico”, en la Sala São Paulo. Explotó claramente las ideas centrales del libreto de Hugo von Hofmannstal: la consciencia que tiene la Mariscala del paso del tiempo y la hora en la que debe dejar que su amante adolescente se vaya para empezar una vida nueva con una joven de su edad, y la dignidad con que no solo lo acepta y ayuda el amor de ambos, al persuadir a Faninal que perdone a su hija rebelde. Heller enfatizó toda la nobleza de espíritu de Marie Therese en esta versión en la que utilizó todos los espacios disponibles de una sala que no fue originalmente concebida para puestas en escena de ópera. Solucionó de manera inteligente, los obstáculos de una obra larga, con pasajes sin acción externa que podrían tornarse demasiado monótonos. Encontró soluciones flexibles, con buena articulación entre el proscenio y la parte trasera de la escena, donde se sentó el coro, para ciertas secuencias potencialmente más peligrosas, en la que participan muchos figurantes, la levée de la maréchale en el primer acto; los disturbios en casa de Faninal en el segundo; y las trampas que Octavian tiende a Ochs en el tercero. Desafortunadamente, las proyecciones, con las cuales Heller quiso ampliar algunos de los sentimientos de Resi, sobre las columnas y la pared del fondo de la sala, perdieron mucho de su efecto. Pero el ingenio de la concepción escénica de Heller no hubiera resultado tan bien, si la ejecución de Rosenkavalier no hubiera ofrecido uno de los mejores repartos que hemos visto en nuestra ciudad.
Buen cantante, excelente actor, e intérprete experimentado de ese papel, el bajo Franz Hawlata mostró pleno conocimiento de lo que hace. Su creación del barón Ochs fue impecable en la prestación bufa. Pero también – sin olvidar que es un aristócrata – en el momento en que entiende que perdió la partida y debe marcharse con dignidad.. A su lado, Kristine Jepson fue un Octavian de voz voluminosa y bien proyectada, convincente en los trozos líricos, cuando expresa su pasión por la Mariscala y su amor por Sofía; pero también en los momentos cómicos, cuando se hace pasar por Mariändel. Durante los tres actos de una ópera que requiere mucho de ella, Jepson llegó incólume y con absoluto frescura vocal, a la última escena: el “trío de tríos” y el hermoso dúo de amor que coronan la partitura. El reparto fue levemente desequilibrado por la Sofía de Anna Korondi, dueña de un material interesante pero no a la misma altura de los demas – tuvo la tendencia a emitir sonidos estridentes en las notas más agudas. Los momentos en que supo sugerir la juventud y femineidad de su personaje no disminuyeron el desvantage que fue para ella cantar con tal elenco de Rosenkavalier .
Marcos Thadeu y Denise de Freitas pusieron todo su charm en la caracterización de Annina y Valzacchi. Denise, dio prueba de la cantante que es al actuar con igualdad al lado de Hawlata. El timbre brillante y la postura escénica del barítono Rodrigo Esteves tradujeron perfectamente el entusiasmo del rico burgués Faninal. La clase del tenor Paulo Queiroz como el mayordomo de Faninal y el dueño de la posada; de la soprano Marília Vargas como Marianne, y del bajo Carlos Eduardo Marcos como el Comisario son ejemplos de la corrección con que los artistas brasileños completaron el amplio grupo de cantantes secundarios. Una buena sorpresa fue el timbre privilegiado, el volumen y la sencillez de proyección de Atalla Ayan, que cantó con buen sentido de estilo el aria del tenor italiano.
Last but not least, en la función de estreno, la soprano Anne Schwanewilms no estuvo muy bien. Empezó el primer acto insegura, y en ciertos momentos su voz siquiera se escuchó adecuadamente, y su postura física no correspondió al involucramiento que debía tener con el personaje. Pero eso cambió al final del acto: ya que la intérprete de la Mariscala es, afloró en la mágica secuencia de las reflexiones de Marie Therese con el paso del tiempo. Allí, Schwanewilms hizo relucir sus calidades de belleza vocal y de variedad de colores al servicio del bello texto de Hofmannsthal y de la música de Strauss. Su actuación en la primera función fue quizás afectada por cansancio, ya que la última prueba se realizó en la víspera del estreno. En el tercer acto, dueña de todos sus recursos, Schwanewilms hizo una emocionada (y emocionante) interpretación de los momentos finales de la ópera. Por primera vez, en las manos de Sir Richard Armstrong, el problema crónico de la Sala São Paulo – poner cantantes y orquesta en el mismo plano condenándolos a ser cubiertos- no ocurrió. Strausiano experimentado, Armstrong mantuvo en equilibrio los enormes efectivos instrumentales – ¡en una noche en que la Orquesta Sinfónica del Estado de San Pablo estuvo en estado de gracia! – abriendo los espacios necesarios para que se escucharán claramente las voces. Merece atención el lirismo con el que trató el monólogo de la Mariscala en el primer acto; la elegancia con que dirigió todo el final del según acto, y sobretodo, la incandescencia que extrajo de la música con la que la ópera se encierra.
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