Crédito: Jacky Croisier
Ramón Jacques
La Real Opera de Wallonie en Lieja, Bélgica repuso en escena una de las operas mas conocidas del repertorio, como es La Traviata de Verdi. En pocas ocasiones se puede ver una producción escénica de la opera que no sea tradicional o conservadora, aunque recientemente, el caso mas notable es el montaje que de esta opera se realizó en Salzburgo de hace dos o tres años años.
En esta ocasión, el teatro ha asumido solo, el reto de crear un montaje nuevo, que fue ideado por el regista Stefano Mazzonis di Pralafera, con decorados de Eduardo Sanchi y vestuarios de Kaat Tilley. Las escenografías, son modernas, y aunque pudiera pensar en una puesta atemporal, los vestuarios -una combinación entre modernos, coloridos y extravagantes en su diseño, para los solistas, y tradicionales para otros- se entiende que existe una conexión con el Paris y la época que marca el libreto. En escena se utilizaron pocos elementos escénicos, que le dieron un toque distintivo a la escena como: una mesa, una cama con muñecas, algunas sillas, butacas de teatro etc. Ya que Violeta es la dama de las camelias, el fondo del proscenio de los primeros dos actos estuvo pintado con estas flores, en rojo intenso en el primero, y blanco en el segundo. Ayudó la deslumbrante iluminación, para crear un ambiente visualmente llamativo.
La dirección escénica de Mazzonis di Pralafera, fue profunda en el sentido que, además de recrear una historia de amor y muerte, buscó exaltar de manera coherente, los sentimientos que se desprenden del libreto de la obra como son: el amor, la muerte, el miedo, la vanidad y superficialidad, y el erotismo representado en el primero y el cuarto actos. Su dirección escénica, buscó hacer una crítica social de la burguesía de la época, que consiguió ubicando a los miembros del coro en unas butacas de teatro al fondo del escenario, participando en la escena, pero que en la mayor parte de la función eran voyeuristas que observaban la tragedia y a la vez, como moralistas que actuaban y que participan con hipocresía. Lo interesante de esta propuesta es que logró crear personajes más humanos y menos distantes los acostumbrados en las puestas tradicionales. En este caso, Violeta es la primera victima de este sistema; Alfredo es un sujeto pasivo de la situación y Germont padre, es otra victima y un observador más.
Cabe señalar que las funciones fueron grabadas para la posterior emisión y venta de un DVD, por el sello discográfico Dynamic, y una de las funciones fue retransmitida, con resultados satisfactorios, en diversos cines de Europa. Además, el montaje llamo la atención del ministerio de cultura de Holanda, que financió y representó en la ciudad de Heerlen, Holanda, una función de esta opera, con producción, cuerpos estables y elenco.
El papel estelar fue interpretado por la soprano Cinzia Forte, quien escénicamente bordó una expresiva y refinada Violetta, de carácter femenino y juvenil, pero que además fue intensa y dramática cuando su papel se lo requirió, resaltando los sentidos de su personaje y su entendimiento del drama. Vocalmente exhibió una voz lírica y melódica, colorida en el timbre, con sonido elegante y homogéneo, que adquiría una oscura y agradable cualidad en los momentos intensos del personaje.
El tenor Saimir Pirgu, mostró distinción y desenvolvimiento escénico como el personaje de Alfredo Germont, con una clara y fresca voz de ardiente tono y matiz, y llamativa proyección. El baritono Giovanni Meoni, fue un Giordio Germont humano, de voz briosa, emotiva y impresiónate en su interpretación del aria Di Provenza, que fue muy aplaudida. El coro y el resto del elenco hicieron digno y óptimo trabajo en cada una de sus intervenciones.
Al frente de la orquesta, Paolo Arrivabeni, empuñó su batuta con seguridad, enalteciendo los momentos más sonoros y musicales de la partitura, con dinámica justa y con consideración por las voces y los tiempos.
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