I Solisti Veneti y Uto Ughi dirigidos por Scimone en un aplaudido concierto por el cincuentenario.
Cuando el virtuosismo es mayéutica y no artificio.
Athos Tromboni
FERRARA- El 2010 es el año del cincuentenario de I Solisti Veneti y su director Claudio Scimone, y la orquesta festeja este aniversario con una gira de representaciones que inició el 22 de mayo en Marostica y concluirá en Asiago el próximo 28 de agosto. Una serie de veinticuatro conciertos se realizaran en el ámbito del calendario del Veneto Festival, con funciones también en Trentino, Emilia Romagna y Friluli Venezia Giulia, más allá de su territorio de residencia. Así, el 17 de junio la ciudad de Ferrara albergó la etapa emiliana de la gira, haciéndole el honor a la orquesta, al maestro Scimone y a sus solistas invitados, el primero de ellos, el violinista Uto Ughi, con un Teatro Comunale repletó de público. El tema característico del concierto puede ser individualizado en el virtuosísimo musical, no solo por la presencia de Ughi (en su honor la velada fue titulada “magia del violín”) si no también por lo que Scimone y la orquesta supieron mostrar. Si, porque si hay un virtuosísimo del solista lo hay también en el envolvente virtuosismo orquestal proveniente de la concertación del ensamble, y esto fue ofrecido por el maestro véneto con la obra de apertura del concierto: la Sinfonía en Re menor op.12 n.4 de Luigi Boccherini. La composición es de 1770, muy poco tiempo después que Boccherini asumiera como “compositor y virtuoso de cámara de su Eminentísima Alteza Don Luis Infante de España” y que constituía el ejemplo de la expresividad instrumental que se desarrolló del estilo del siglo dieciocho al incipiente dramatismo romántico. Es por ello que es necesario el virtuosísimo orquestal, entendido no en el sentido de un estéril ejercicio de habilidad concertante, si no de uno fecundo y expresivo. Por ejemplo, un diminuendo que va del mezzaforte al pianissimo o un pizzicato de acompañamiento mórbido hasta la anulación del último armónico con el silencio, pueden ser limpios y maravillosos pero sin alma, o de otra manera perturbantes, como si el alma fuera agitada o quizás guiada por algunas penas. En cualquier caso se trata de un virtuosísimo, aunque el primero es de estéril expresión y el segundo es fecundo. Con la sinfonía de Boccherini, el maestro Scimone y los Solisti Veneti ofrecieron el virtuosísimo de fecunda expresión que hizo “sentir” al espectador que aquella, la primera, velada de teatro no valía la pena, y menos aun cuando la fluida mutación armónica, rítmica y melódica, por ejemplo en la chacona (tercer movimiento) asumió cuerpo y espesor pasando del gesto mesurado del director a la sesiones de las cuerdas y de los instrumentos, y sin apartar de la paleta aquel estilo imprescindible y galante que hace que la música de Boccherini sea inconfundible, dio a las minuciosas ornamentaciones una melancólica cantabilidad y aquellos acentos trágicos que hicieron del sonido una música apasionada.
FERRARA- El 2010 es el año del cincuentenario de I Solisti Veneti y su director Claudio Scimone, y la orquesta festeja este aniversario con una gira de representaciones que inició el 22 de mayo en Marostica y concluirá en Asiago el próximo 28 de agosto. Una serie de veinticuatro conciertos se realizaran en el ámbito del calendario del Veneto Festival, con funciones también en Trentino, Emilia Romagna y Friluli Venezia Giulia, más allá de su territorio de residencia. Así, el 17 de junio la ciudad de Ferrara albergó la etapa emiliana de la gira, haciéndole el honor a la orquesta, al maestro Scimone y a sus solistas invitados, el primero de ellos, el violinista Uto Ughi, con un Teatro Comunale repletó de público. El tema característico del concierto puede ser individualizado en el virtuosísimo musical, no solo por la presencia de Ughi (en su honor la velada fue titulada “magia del violín”) si no también por lo que Scimone y la orquesta supieron mostrar. Si, porque si hay un virtuosísimo del solista lo hay también en el envolvente virtuosismo orquestal proveniente de la concertación del ensamble, y esto fue ofrecido por el maestro véneto con la obra de apertura del concierto: la Sinfonía en Re menor op.12 n.4 de Luigi Boccherini. La composición es de 1770, muy poco tiempo después que Boccherini asumiera como “compositor y virtuoso de cámara de su Eminentísima Alteza Don Luis Infante de España” y que constituía el ejemplo de la expresividad instrumental que se desarrolló del estilo del siglo dieciocho al incipiente dramatismo romántico. Es por ello que es necesario el virtuosísimo orquestal, entendido no en el sentido de un estéril ejercicio de habilidad concertante, si no de uno fecundo y expresivo. Por ejemplo, un diminuendo que va del mezzaforte al pianissimo o un pizzicato de acompañamiento mórbido hasta la anulación del último armónico con el silencio, pueden ser limpios y maravillosos pero sin alma, o de otra manera perturbantes, como si el alma fuera agitada o quizás guiada por algunas penas. En cualquier caso se trata de un virtuosísimo, aunque el primero es de estéril expresión y el segundo es fecundo. Con la sinfonía de Boccherini, el maestro Scimone y los Solisti Veneti ofrecieron el virtuosísimo de fecunda expresión que hizo “sentir” al espectador que aquella, la primera, velada de teatro no valía la pena, y menos aun cuando la fluida mutación armónica, rítmica y melódica, por ejemplo en la chacona (tercer movimiento) asumió cuerpo y espesor pasando del gesto mesurado del director a la sesiones de las cuerdas y de los instrumentos, y sin apartar de la paleta aquel estilo imprescindible y galante que hace que la música de Boccherini sea inconfundible, dio a las minuciosas ornamentaciones una melancólica cantabilidad y aquellos acentos trágicos que hicieron del sonido una música apasionada.
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