
Massimo Viazzo
Comenzó la aventura del nuevo Ring “scaligero” con un Das Rheingold que ciertamente dará mucho para discutir porque indudablemente ha marcado una nueva línea en la historia de la dramaturgia del teatro wagneriano. El director de escena belga Guy Cassiers, por primera ocasión al frente de una obra lírica, resultó ser el vencedor. Su idea de separar el cuerpo de la voz y de las ideas, pareció ser verdaderamente innovadora y sobre el escenario, al lado de los cantantes, vimos como incorporó mimos y bailadores muy movidos que encarnaron el físico de Wotan, de Fricka y de Loge, y logró seducir con este mundo “nibelungico” y por lo tanto con su propio magia – que fue guiado por la sapiente mano de Sidi Larbi Cherkaoui quien coordinó una serie de movimientos coreográficos muy estudiados y técnicamente atrevidos. Interesante fue también el uso de las proyecciones sobre el fondo que estratificaban aun más el mensaje, y muy bien lograda fue en tal sentido la primera escena de la opera con un Alberich atraído por imágenes de jóvenes mujeres, que se escapaban y se reincorporaban a la escena como webcam girls. La ligereza que Cassiers pudo infundir a la partitura wagneriana – por ejemplo en los intermedios musicales entre una escena y otra, se hicieron visiblemente corporales por los extraordinarios bailarines de la compañía Eastman de Amberes- y encontró una inaudita correspondencia en la conducción de Daniel Barenboim, que estuvo verdaderamente bien, sin sobrecargar nunca el tejido orquestal, siempre de manera ágil, transparente y dinámica.

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