Massimo Viazzo
Estos Maestros Cantores serán recordados principalmente por la fulgurante dirección musical de Phillipe Jordan. Las dotes de Jordan, hijo del arte nativo de Zurich pero afincado en Paris, quizás no han podido captar la atención más allá de los Alpes. Sin pretender incomodar modelos ilustres (pero el Karajan de 1951 se hizo presente en mas de una ocasión en esta velada en Opernhaus), la lectura del talentoso director suizo se baso en la inexhausta brillantez, el cuidado de los empastes timbricos, la acentuación siempre caligráfica de los Leitmotive, y la centelleante exuberancia rítmica. Ya desde los primeros movimientos de su batuta en el Preludio, quitando cada pesadez, con sentido de contagiosa energía, de joy de vivre, y de urgencia comunicativa, electrizó la atmosfera, y recorriendo los temas wagnerianos con naturaleza y coherencia: un caleidoscópico y remolino de colores. Justo eso fue lo que estuvo ausente, un día después, en la letárgica y destejida concertación de Vladimir Fedoseev, en un Eugenio Onegin que pareció un poco inconclusa también desde el plano visual. El hecho de que también la “escena de la carta” haya sido soporífera se debió a que justamente algunas cosas no cuadraron, como la falta de paso teatral, algunos desfases entre el foso y el escenario, y la carencia evidente de profundidad psicológica, quizás un fraseo mas abigarrado y una timbrica mas seductora no hubiera comprometido una función que sumando sus partes resultó ser poco brillante, y que solo Thomas Hampson, logró compensar en parte con sus indudables dotes actorales, y sus actuales limites vocales, como una emisión leñosa y fatigosos agudos.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.