Prensa Fenojiv
En el concierto que ofreció la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar en Estocolmo, Suecia, se repitió la escena vivida apenas un día antes en Oslo, Noruega. A casa llena, el público de las dos capitales del Premio Nobel se levantó de súbito, antes de que empezara el concierto, para aplaudir al maestro José Antonio Abreu. Las razones sobran: Suecia ha entregado dos de sus premios más importantes a Abreu por la creación del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. La primera vez fue en 2001 con el Nobel Alternativo y la segunda ocasión fue el año pasado cuando recibió el Premio Polar.
La expectativa del último concierto de los venezolanos, dirigidos por Gustavo Dudamel, en Suecia era enorme. Las 1758 plazas disponibles en el Konserthuset de Estocolmo se vendieron en su totalidad. “Nosotros estábamos ansiosos porque estuvieran aquí. Queríamos escuchar y ver esta orquesta desde hace mucho tiempo. Por fin es una realidad”, señaló Stephan Forsberg, director artístico del teatro, cuando presentó formalmente a los músicos ante la audiencia, que suscribió con aplausos. Minutos más tarde, Gustavo Dudamel entró y el público confirmó lo que, en Gotemburgo, algunos habían advertido días atrás: el director venezolano es amado en toda Suecia y no sólo en Gotemburgo donde dirige como titular.
Cuando el director venezolano tomó la batuta, sonaron las siete primeras notas interpretadas por un corno solo y desde ese momento Estocolmo fue por unos minutos suelo venezolano. La Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar interpretó Margariteña (Variaciones Sinfónica) del compositor venezolano Inocente Carreño, que celebró en diciembre 90 años de edad. La obra, inspirada en la canción Margarita es una lágrima generosa en poesía capaz de traducir por instantes el oleaje del mar y los matices del crepúsculo oriental venezolano, dejando en un estado casi meditativo al público sueco, que recibió la pieza con entusiasmo, que aumentó con la interpretación de Las Danzas del Ballet La Estancia del argentino Alberto Ginastera.
Luego del intermedio, Dudamel dirigió una de las obras ícono de las vanguardias artísticas del siglo pasado: La Consagración de la Primavera de Igor Stravinsky, logrando que el público pidiera un bis y luego otro, hasta quedarse con el deseo de un tercero. “Estos jóvenes están cambiando el panorama de la música clásica. El mundo tiene mucho que aprender de este sistema venezolano”, declaró el representante del Ministerio de Cultura de Suecia, Leif Pagrotsky.
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