Ramón Jacques
El barroco y el belcanto han sido dos géneros habitualmente olvidados y relegados de las temporadas de la Opera de Bellas Artes, prueba de ello es que La Cenerentola de Rossini fue representada por esta compañía hace mas de diez años, y el Barbero de Sevilla, una de las operas mas populares de su compositor y una de las mas conocidas de todo el repertorio operístico ha sido escenificada en una sola ocasión durante ese mismo periodo de tiempo. Dicho lo anterior, sería imposible cuantificar, tanto en tiempo como en titulos, la deuda que la que la compañía ha adquirido con el público operístico de México por haberlo privado de conocer y escuchar en vivo tantas joyas operísticas.
Con el reciente anunció que el Teatro de Bellas Artes no reabrirá sus puertas, como se tenía previsto en el mes de septiembre, la temporada 2010 continua realizándose en sedes alternas, como esta producción que se llevo a cabo en el Teatro de las Artes (del Centro Nacional de las Artes), un moderno recinto que por sus dimensiones de espacio y atmosfera pareció ser adecuado para este repertorio.
Con el reciente anunció que el Teatro de Bellas Artes no reabrirá sus puertas, como se tenía previsto en el mes de septiembre, la temporada 2010 continua realizándose en sedes alternas, como esta producción que se llevo a cabo en el Teatro de las Artes (del Centro Nacional de las Artes), un moderno recinto que por sus dimensiones de espacio y atmosfera pareció ser adecuado para este repertorio.
Musicalmente la velada resultó ser ampliamente satisfactoria gracias al dinamismo y entusiasmo que el francés Sébastian Rouland le imprimió a su lectura, logrando extraer de la Orquesta de Bellas Artes una amplia gama de tonalidades orquestales presentes en la música de Rossini: con convicción, uniformidad y balance entre todas las fuerzas artísticas. Un reconocimiento merece el bien trabajado y homogéneo coro de Bellas Artes que bajo la guía del italiano Maurizio Baldin, se convirtió en un protagonista mas de la función.
Destacadas fueron las prestaciones: del experimentado bajo bufo mexicano Noé Colín, quien actuó con gracia y la arrogancia necesarias a Don Magnifico, y plasmo en su cantó y en sus arias, vigor, vivacidad, y una agradable línea de canto; y del barítono Josué Cerón quien dio vida a un simpático Dandini impetuoso en su canto con voz segura y homogénea. Dignas y convincentes fueron las aportaciones del bajo-barítono Luis Rodarte como Alidoro; de la soprano Zaira Soria como Clorinda; y de la mezzosoprano Gabriela Thierry como Tisbe.
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