Gustavo G. Otero
La asociación Buenos Aires Lírica de Buenos Aires ofreció, en su tradicional sede del Teatro Avenida, una más que interesante versión de Madama Butterfly de Puccini. Con una puesta tradicional y adecuada, buena calidad vocal y nivel musical de gran envergadura. Buenos Aires Lírica se ubica un paso adelante de las otras asociaciones locales que ofrecen ópera fuera de los teatros y subsidios estatales y que son paliativo a los insondables caminos artísticos, gremiales y edilicios del otrora internacional Teatro Colón, y con esta Butterfly volvió a demostrarlo. Parte de la propuesta escénica se debe a un bienvenido convenio de colaboración con la Asociación Cultural El Círculo de la ciudad de Rosario y por ello la escenografía fue la utilizada en 2006 por dicho ente artístico de la provincia argentina de Santa Fé. Nicolás Boni diseño una bella casa japonesa con diversos paneles, el vestuario lució prolijo y sin estridencias gracias a la concepción de Lucía Marmorek, mientras que la iluminación, surgida de las ideas de Gabriel Lorenti resultó adecuada. Crystal Manich logró una buena marcación actoral de corte tradicional y sin estatismos.
El maestro Carlos Vieu confirmó, una vez más, su valía y su conocimiento del repertorio y logró una suntuosa versión orquestal. Llama poderosamente la atención que no haya sido convocado en esta temporada por el Teatro Colón a dirigir en alguna de sus propuestas artísticas, cuando es uno de los directores musicales de mayor valía, en la actualidad, de nuestro medio. La soprano Florencia Fabris puso en evidencia su amplio caudal y sus potencialidades en este primer acercamiento a Cio-Cio-San. Salió airosa en todo sentido del difícil compromiso y quedan las ganas de escucharla nuevamente. Sobria en lo actoral su crecimiento vocal, a medida que trascurrió la representación, se hizo cada vez más evidente hasta logar una escena de la muerte conmovedora. Un poco exigido en el registro más agudo, el tenor Enrique Folger compuso un convincente Pinkerton con nervio, garra y estilo. Un artista casi indispensable para las múltiples propuestas de Buenos Aires. El barítono Ernesto Bauer, quizás un poco joven para la parte, compuso un Sharpless medido en lo actoral y vocalmente interesante, su emisión es generosa y su color bello. Siempre adecuada Vanesa Mautner como Suzuki y adecuado el Goro de Santiago Bürgi, mientras que el resto del elenco así como el Coro (salvo algunas notas de las mujeres en su entrada del primer acto) resultaron correctos.
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