Ramón Jacques
Dentro de la temporada 2010 del Complejo Teatral de Buenos Aires se presentó en el Teatro Presidente Alvear de la famosa calle Corrientes: La Gran Magia, del actor, director y comediógrafo napolitano Eduardo de Filippo (1900-1984). La obra que desde su estreno en la posguerra había sido injustamente olvidada con el paso del tiempo, fue repuesta en 1984, el mismo año del fallecimiento de su autor, en el Piccolo Teatro de Milán bajo la dirección escénica Giorgio Strehler. Posteriormente, la Comédie-Française la escenificó en el 2009, en un hecho sin precedentes ya que este teatro no solía ofrecer piezas de teatro italiano, y en el 2010 se estrenó finalmente en Buenos Aires, con la traducción y puesta escénica del director Daniel Suárez Marzal, los vestuarios de Renata Schussheim (ambos de amplia y reconocida trayectoria en el montaje de operas) y con las coloridas y elegantes escenografías de Jorge Ferrari, situadas en un club de playa (del Hotel Metropol) y en el salón de dos casas de los años 20s.
Dentro de la temporada 2010 del Complejo Teatral de Buenos Aires se presentó en el Teatro Presidente Alvear de la famosa calle Corrientes: La Gran Magia, del actor, director y comediógrafo napolitano Eduardo de Filippo (1900-1984). La obra que desde su estreno en la posguerra había sido injustamente olvidada con el paso del tiempo, fue repuesta en 1984, el mismo año del fallecimiento de su autor, en el Piccolo Teatro de Milán bajo la dirección escénica Giorgio Strehler. Posteriormente, la Comédie-Française la escenificó en el 2009, en un hecho sin precedentes ya que este teatro no solía ofrecer piezas de teatro italiano, y en el 2010 se estrenó finalmente en Buenos Aires, con la traducción y puesta escénica del director Daniel Suárez Marzal, los vestuarios de Renata Schussheim (ambos de amplia y reconocida trayectoria en el montaje de operas) y con las coloridas y elegantes escenografías de Jorge Ferrari, situadas en un club de playa (del Hotel Metropol) y en el salón de dos casas de los años 20s.
La concepción escénica de Suárez Marzal trazó de manera: directa, accesible y humorística, tanto en el lenguaje hablado como en la actuación, el problema planteado en su momento también por Pirandello sobre el tenue límite que puede existir entre la ficción y la realidad, y que nos hace pensar e imaginarnos si la ilusión: ¿es lo que no es? o ¿es una mentira que se puede convertir en realidad? o acaso ¿Son las ilusiones pequeños engaños que uno necesita para construir su vida? En definitiva: lo que parece que de Filippo y Suárez Marzal quieren decirnos es que la ilusión es aquello que nos ayuda a mirar hacia adelante y nos ayuda a dejar atrás lastres: como le sucede al celoso Calogero Di Spetta (interpretado por el actor Gustavo Garzón) quien termina liberándose de la vida gobernada por las costumbres, los modales, la familia etc. cuando en sus vacaciones en un balneario de la costa italiana, el mago y charlatán prestidigitador Otto Marvuglia (interpretado por un seguro y astuto Víctor La Place) hace desaparecer con sus trucos a Marta, mujer de Calogero (interpretada por Sandra Ballesteros), quien decide aprovechar el truco para fugarse con su amante. A partir de ese momento comienza una nueva “realidad” para Calogero, que es construida por el mago, quien cuestionando su confianza y fe en Marta lo incita a abrir o no abrir una caja. Para no reconocer la infidelidad de su esposa, Calogero prefiere vivir atrapado en un mundo de ilusión, que termina por convertirse en su más absoluta verdad. La gran magia es también la incredulidad del publico que mira el espectáculo y que forma parte de el al ser el mar que contemplan y al que se dirigen constantemente los personajes.
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