Foto: Fesnojiv
Prensa Fesnojiv
En 1978 la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, convertida en la cumbre del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, se estrenó con la Sinfonía nº 4 de Tchaikovsky. En ese momento se trazó un sueño que anoche se hizo realidad: la orquesta venezolana, dirigida por Gustavo Dudamel, llegó por primera vez a Moscú, Rusia, para tocar esa misma obra, nada más y nada menos que en el Tchaikovsky Concert Hall. El público ruso constituía todo un desafío, por estar muy acostumbrado a escuchar esta pieza, interpretada por las mejores orquestas y directores del mundo y, a ver en este escenario a los mejores intérpretes. Los venezolanos hicieron lo que saben hacer: tocaron la obra haciéndola suya, con rigurosidad técnica y a su vez con una pasión indescriptible que sedujo a las casi 1.200 asistentes que ovacionaron de pie a los 150 músicos en escena. Cuentan los historiadores de la música, que la Sinfonía nº 4 fue escrita por el compositor Tchaikovsky para dedicarla a una mujer a quién amaba profundamente, pero con quien sólo pudo tener un amor epistolar. Anoche, lo que los venezolanos hicieron fue leer esas cartas que le fueron legadas al mundo a través de la música. La Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar interpretó también en ese escenario Margariteña (Variaciones Sinfónicas) de Inocente Carreño, quizá el mejor homenaje que pueden hacer los jóvenes venezolanos a un compositor que en diciembre pasado cumplió 90 años de edad y cuya obra no se cansan de elogiar. Los venezolanos también tocaron Danzas del ballet La Estancia del argentino Ginastera.
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