Ramón Jacques
El compositor Joaquín Turina se hizo presente en este concierto de la OFUNAM con la interpretación de sus Danzas Fantásticas, la obra mas conocida del celebre compositor español, para la cual se inspiró en la novela La orgía de José Mas, autor de relatos de ambiente sevillano al que siempre se mantuvo próximo Turina y el cual supo plasmar en sus obras. En el movimiento exaltación, se percibieron los cargados y tradicionales tintes de musicalidad y alegría de la jota o incluso los pasos dobles; en ensueño, el más lento de los tres movimientos resaltó por la profusa sección de alientos de la orquesta, y en el tercer y último movimiento Orgia, el más intenso y espectacular de los tres, y con una orquesta a toda fuerza emanó la brillante farruca andaluza de giros melódicos evocadores del cante flamenco. En su entusiasta y segura lectura, el director catalán Josep Caballé-Domenech mostró seguridad y afinidad con este repertorio, y de su lectura extrajo interesantes coloraciones y tonalidades. El carácter romántico y sentimental de Robert Schumann se escuchó en la satisfactoria interpretación de su Concierto para piano y orquesta en la menor, op 54, con la presencia del pianista mexicano Jorge Federico Osorio, de escasa presencia en el país en los últimos tiempos, y que ofreció una placentera interpretación de esta pieza comenzando con el habilidoso primer movimiento Allegro afectuoso, pasando por el sigiloso y por momentos vertiginoso Intermezzo: Andantino grazioso, para convertirse en una constante e inagotable fuente de habilidosa armonía y sonoridad en el resto de la pieza. La orquesta, particularmente en su sección de cuerdas creó un adecuado marco de acompañamiento bajo la enardecida guía orquestal. Como bis, Osorio intepretó el Intermezzo, opus 119 de Johanes Brahms. En la segunda parte del concierto se escuchó la Sinfonía no. 3 en la mejor, op 44 Sergei Rachmaninov cargada de abundantes intervenciones solistas, como las luminosas y expresivas intervenciones de Sebastian Kwapisz concertino de la orquesta, en el tono con la carácter triste y lúgubre del Dies Irae, o misa de muertos, que envuelve la partitura. Algunos pasajes muy alargados y por momentos aletargadas que imprimió a esta pieza el director Caballé-Domenech, particularmente al final de la obra, restaron emotividad a una interpretación que pareció al final quedar irresuelta.
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