El ciudadano del mundo -nacido en la Argentina- Daniel Barenboim tiene cierta debilidad por los ciclos integrales de un autor. Ya en otras visitas brindó al público argentino las variaciones Goldberg, todas las sonatas para piano de Beethoven o el clave bien temperado de Bach. En esta ocasión ofreció junto a Orquesta West-Eastern Divan la integral de las Sinfonías de Ludwig van Beethoven. Las primeras ocho Sinfonías divididas en cuatro conciertos para el Ciclo del Mozarteum Argentino -entidad que en todas las ocasiones anteriores y en ésta contrató al maestro- y la Novena Sinfonía para el Abono Bicentenario del Teatro Colón. Las cinco veladas inolvidables se desarrollaron en el Colón. Como director, Daniel Barenboim, tiene una forma muy personal de dirigir y marcar. Siempre deja fluir la música y reserva sus gestos para subrayar un matiz, recordar una entrada o buscar una intensidad determinada. La lectura es siempre personal, pero no arbitraria, con un concepto pasional y arrebatador pero sin perder el lirismo en los momentos necesarios.
La Orquesta West-Eastern Divan es un instrumento dócil en manos del maestro y se pliega a sus solicitudes. Así se pueden escuchar sutiles pianísimos y arrebatadores tuttis. Todas las secciones respondieron con excelencia a los deseos artísticos de Barenboim. En el cuarteto solista, la soprano Marina Poplavskaya y la mezzosoprano Ekaterina Gubanova brillaron en sus breves intervenciones dejando el deseo de escucharlas más. El tenor Pavel Cernoch fue correcto en general y en particular en sus estrofa ‘Froh, wie seine Sonnen fliegen’ y el barítono Andrzej Dobber conmover en la introducción a la Oda a la alegría.
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