Ramón Jacques
La conducción musical de operas comienza a aparecer de manera mas frecuente en la ajustada agenda de conciertos sinfónicos del director musical venezolano Gustavo Dudamel. Sus escasas apariciones dirigiendo obras liricas se limitaban a unas cuantas producciones en: la Scala de Milán (con Don Giovanni de Mozart y La Boheme de Puccini) y en la Opera de Berlín (donde dirigió Don Giovanni y L’Elisir d’Amore de Donizetti), hasta que a mediados del año pasado descubrió la opera Carmen de Georges Bizet en Caracas Venezuela, y al frente de su orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, donde también, a mediados del mes de julio condujo su primera Traviata de Verdi.
Todo parece indicar que en la apasionante música de esta conocida opera-comique, cargada de ritmos y acentos españoles que están plasmados en su exuberante orquestación, Dudamel encontró una obra afín a su temperamento e inquieto carácter, ya que además de que marcará su retorno al máximo escenario milanés el próximo mes de noviembre, Carmen, fue la obra que personalmente eligió para realizar su debut operístico estadounidense al frente de otra de sus orquestas, la Filarmónica de Los Ángeles, agrupación de la cual es titular desde el año pasado. La opera -que se ejecutó en forma de concierto y en la versión de 1875 de Ernest Guirard que sustituyó los diálogos hablados por recitativos cantados- formó parte de la temporada de verano que la orquesta ofrece en el antiguo anfiteatro Hollywood Bowl, mismo recinto en el que Dudamel tuvo su debut sinfónico estadounidense hace cinco años, dirigiendo a la misma orquesta.
Con su contagiosa energía, Gustavo Dudamel ofreció una sobresaliente y penetrante lectura, extrayendo de la orquesta brillantes matices de colores y momentos de admirable lucidez musical, con un sonido compacto y homogéneo, de adecuados tiempos y dinámicas. Su dirección no esta basada solo en la fuerza y el ímpetu de su batuta, sino que sabe llevar a la orquesta por los pasajes mas tenues y sutiles con eficacia. Además, su presencia en el podio se convirtió en la de un regista, porque constantemente gesticuló, bailó, respiró y fraseó y vibró con los cantantes.
El papel principal de Carmen fue interpretado de manera esplendida por la mezzosoprano Natascha Petrinsky quien por apariencia y comportamiento sobre la escena, porque se metió en el papel, irradió sensualidad y gallardía. Su amplia y seductora voz es de una grata coloración oscura, su canto es elegante y claro, y su emisión fue técnicamente impecable.
Notable fue el desempeño de la soprano griega Alexia Voulgaridou quien interpretó el papel de Micaela con su flexible voz de tono cristalino y facilidad para emitir notas agudas. El bajo estadounidense Kyle Ketelsen dio relieve y autoridad al torero Escamillo, con su generoso y profuso instrumento y su segura musicalidad. El tenor coreano Yonghoon Lee fue un irregular Don José, ya que si bien exhibió una robusta voz de interesante timbre al inicio del concierto, su interpretación fue mecánica, por tratarse de una voz técnicamente bien trabajada pero inexpresiva, que fue perdiendo en peso y en proyección.
El resto del elenco ofreció convincentes y dignas intervenciones individuales, por el buen nivel de los cantantes que se eligió para interpretar los papeles menores de la opera. Así, se pudo escuchar al bajo François Lis en el papel de Zúñiga; al barítono Mathias Hausmann como Mórales; y a la mezzosoprano Jennifer Holloway como Mercedes. El papel de Frasquita fue interpretado por la soprano venezolana Mariana Ortiz y el de Dancaïro por el prometedor barítono mexicano José Adán Pérez, ambos de buen rendimiento. Finalmente, cabe mencionar la valiosa y meritoria aportación al concierto del participativo del Los Angeles Master Chorale, coro muy cercano a la orquesta californiana, con la que comparte la misma sala de conciertos.
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