Massimo Viazzo
Con motivo del concierto inaugural de la temporada 2010-2011 de la asociación Lingotto, Sir John Elliot Gardiner y su Orchestre Révolutionnaire et Romantique trajeron una brisa de aire fresco, sobre un repertorio, el romántico, que a los apasionados les parecería hoy reconocido y consolidado. Pero en vez de ello, el director ingles, barajando un poco las cartas, apuntó con finura sobre los detalles de la limpieza y la claridad de las líneas musicales (sobretodo las mas internas), una cualidad ciertamente en desuso por los que no están acostumbrados a las ejecuciones históricamente informadas. Gardiner, quien secó las páginas en el programa obteniendo también de su propia agrupación timbres ásperos (sobretodo en lo que respecta a los metales, que en realidad no siempre estuvieron muy entonados), logró remodelar los equilibrios entre las cuerdas y los alientos con un control milimétrico de la materia sonora, la que constantemente mantuvo viva e incandescente. En tal sentido, fue paradigmático el inicio de la Sinfonía No 3 Renana de Schumann, fue tan grandioso como heroico, no naturalista, y casi agresivo, en el que el fantasma de Beethoven se agigantó en la sala. El romanticismo de John Elliot Gardiner no pareció ser tan empalagoso o tan endulzado (como se escuchó en el bellísimo repiqueteo con el que abrió el Andante del Doble Concierto de Johannes Brahms) y los dos aplaudidos solistas Thomas Zehetmair al violín y Christian Poltéra en el violonchelo, supieron captar en los pliegues de la partitura las tonalidades mas intimas, sin caer en peligrosos sentimentalismos, en un dialogo siempre agradable en el que el violinista de Salzburgo mantuvo siempre el control de las operaciones. En suma: fue una velada muy estimulante (firmada por una delicadísima, y casi etérea ejecución del Langsam del Concierto para violín de Schumann que fue ejecutado como bis), y que sin más, habrá sorprendido a los espectadores más tradicionales.
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