Massimo Viazzo
El Idomeneo con el que concluyó el ciclo mozartiano, muy esperado durante estos años en el Festival de Stresa, realizado por Gianandrea Noseda, y que se inició hace diez años con una fulgurante versión de Don Giovanni, ha tenido un desarrollo no univoco, ya que por un lado con su incansable y dramática baqueta, el director milanes exaltó la tensión y la encendida continuidad entre las escenas logrando catalizar la atención sobre la evidente peculiaridad de la obra maestra mozartiana. Por el otro lado la compañía de canto, que incluyó también voces importantes, transitó por caminos más tranquilos de la opera en cada numero. Fue así como se confirmó una fractura estilística que influyó en la recepción del espectáculo, presentado como de costumbre de forma semi-escénica. Francesco Meli cantó de manera esplendida, muy entonado y con considerable peso vocal al Rey de Creta, al que sin embargo le falto: exploración psicológica y profundidad, por ello las partes enérgicas de su papel, interpretadas con carisma vocal no indiferente, bello legato e plasticidad de línea, permanecieron un poco aisladas del contexto dramático. Alessandra Marianelli personificó una Ilia con cierta elegancia y luminosidad de acento, pero su fraseo, algo anónimo, no le permitió construir un personaje más meditado y personal. Generosa fue la prueba de Laura Polverelli como Idamante, aunque la cantante toscana pareció no tener siempre una emisión homogénea, mientras que a Francesca Sassu, quien sustituyó al último momento a la indispuesta Barbara Frittoli, encarnó una Elettra determinada y voluntariosa que se hizo apreciar, sobretodo por sus dos arias mas impetuosas. Enérgico, agudo y claro estuvo Alessandro Liberatore en el papel de Arbace, aunque aquí fue reducido a su única y complicada aria del tercer acto, y nítido e incisivo fue el Gran Sacerdote de Matthias Stier. La prestación del coro Ars Cantica Choir fue en crescendo hasta cerrar con un conmovedor O voto tremendo. Para el próximo año, en el festival del Lago Maggiore será el turno de Lucia di Lammermoor.
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