Giuliana Dal Piaz
Está caracterizada por el humorismo y
una decoración minimalista la producción de Il
Barbiere di Siviglia (El
Barbero de Sevilla) de Rossini que presenta la Canadian Opera Company con el colectivo teatral catalán Els Comediants, en coproducción con Houston Grand Opera, la Opéra National de Bordeaux yOpera Australia. Giovanni
Paisiello ya había estrenado en San Petroburgo (1782) la ópera Il Barbiere di Siviglia ovvero La
precauzione inutile, basada
en la homónima comedia de Pierre Beaumarchais, y la había sucesivamente llevado
con gran éxito en los teatros de varias ciudades europeas. Para su propia
versión de la misma obra teatral, Gioacchino Rossini encargó un nuevo libreto a
Cesare Sterbini y la estrenó en Roma en 1816 con el título Almaviva. El estreno fue
sumamente desafortunado, tanto por una serie de inconvenientes técnicos como
por la protesta de los seguidores de Paisiello. En pocos días, sin embargo, la
ópera registró un éxito tan grande que Rossini se animó a cambiarle el título a Il Barbiere di Siviglia, y con
el tiempo la homónima ópera de Paisiello dejó de ser representada. Alardeaba el
compositor de haber musicado la obra en menos de dos semanas. Lo hizo
seguramente en un tiempo muy corto porque Rossini acostumbraba componer con
pasión y rapidez. Es por cierto la ‘ópera bufa’ más representada en los teatros
del mundo entero. Como menciona el director de escena Joan Font en sus notas de presentación, es
reconocible en la pieza la influencia de la Comedia del Arte que en el siglo
XVIII era casi sinónimo de teatro italiano. Los personajes recuerdan
efectivamente las máscaras de la Comedia: Fígaro es casi un Arlequín, ingenioso
y sin escrúpulos, que por amor al dinero confabula con el Conde de Almaviva,
pretendiente en incógnito a la mano de Rosina, y lo ayuda a burlarse del viejo
Doctor Bártolo, un Pantalón andaluz avaro y tiránico. Éste quiere casarse con
su ahijada Rosina para apoderarse de su dote, pero ella se ha enamorado del
joven y apuesto Conde y por él está dispuesta a utilizar todo su ingenio
femenino y su capacidad de decepción. Completan el panorama de la comedia Don
Basilio, maestro de música –entre otros oficios, no todos honorables–, los
sirvientes Berta y Ambrosio y el oficial de la guarnición, que dos veces
interviene para arrestar al Conde por turbación del orden público y luego
renuncia descubriendo tratarse de un noble. La coreografía de Xevi Dorca devuelve al Barbiere el elemento de farsa descuidado en la
gran mayoría de las puestas en escena tradicionales: Almaviva no es simplemente
el galán lánguido que gorjea y suspira sus arias de amor, sino un personaje con
bastante fuerza cómica; el mezquino Bártolo se presta al ridículo implícito en
su papel; los sirvientes atienden a sus faenas; músicos y artesanos pueblan las
calles de Sevilla; una anónima dama española, de negro con mantilla, se mueve
subrepticiamente por el escenario, ahora se sienta en una esquina a bordar,
ahora se levanta para acercarse al piano o a los demás personajes, y le da
sorbos contínuos a una licorera. Los actores se mueven por el escenario como
los integrantes de una obra coral, en la atmósfera de un fresco popular de
Goya. En medio de una escenografía integrada por estructuras geométricas
esenciales y juegos de siluetas negras en transparencia, se mueven tanto los
cantantes como los figurantes, con trajes y tocados que son, en cambio, de lo
más colorido y estravagante (escenas y vestuario de Joan Guillén).
Resulta muy
original y divertido el uso de algunos elementos de escenografía de inspiración
casi cubista: la guitarra gigante sobre la que se trepa Almaviva para su
serenata y el enorme piano rosa que domina la escena en la casa de Bártolo,
volviéndose por momentos mesa, aparador y hasta cama, mientras que el gran
candelabro que baja y permanece precariamente suspendido sobre el escenario
sirve de insólito trapecio para uno de los actores.La iluminación de Albert Faura enfatiza los cambios de escena y de
tiempo, tanto horario como metereológico: el árbol detrás del ventanal y el
ventanal mismo cambian de color con el día y la noche, con el sol o con los
relámpagos de la tormenta que dificulta la fuga nocturna de los jóvenes
enamorados. En comparación con la belleza y la innovación de la puesta en
escena, la prestación de los cantantes no es extraordinaria. La voz de la
mezzo-soprano Serena Malfi tiene una excelente coloritura,
dándole a Rosina toda la gracia, la fuerza y la malicia necesarias al papel. El
Conde de Almaviva, Alek
Shrader, tiene muy buena voz, agilidad de movimientos en tono con la
atmósfera general del montaje y una capacidad de actor cómico muy apreciable. En
cambio a Fígaro, interpretado por el tenor Joshua
Hopkins, le falta voz y una fuerte presencia escénica así como resulta
débil la voz del Doctor Bártolo, el barítono Renato
Girolami. El bajo Robert
Gleadow es un Don Basilio
adecuado pero no excepcional. La orquestación es excelente, con la orquesta de
la Canadian Opera Company dirigida por el escocés Rory MacDonald, uno de los
extraordinarios jóvenes directores que se vienen asomando al escenario
sinfónico contemporáneo. Especialmente eficaces los vientos, oboes y
clarinetes, que destacan en la famosa ouverture. En conjunto un
espectáculo de alto nivel y gran atractivo. Las funciones de Il Barbiere previstas en el mes de Mayo (del 9
al 21) verán los intérpretes de Almaviva, Rosina, Doctor Bártolo y Don Basilio
reemplazados por otros cantantes internacionales, Bogdan Mihai, Cecelia Hall, Nikolay Didenko y Burak
Bilgili respectivamente.
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