Friday, April 3, 2015

Maria Katzarava cautiva al público de Bolonia con su sugestiva interpretación de los Vier letzte lieder de R. Strauss

Foto: Rocco Casalucci

Anna Galletti

“Y el alma, sin custodia,
quiere remontarse con libres alas
para, en el círculo mágico de la noche,
vivir profundamente y de mil maneras”
(Vier letzte lieder, “Al irse a dormir”, texto de Herman Hesse)

En el marco de la temporada sinfónica del Teatro Comunale de Bolonia, que se celebra en el Teatro Manzoni,  se presentó un concierto que se caracterizó por los matices del romaticismo, entre melancolía y lirismo. La Orquesta del Teatro Comunale se lució por profesionalidad y concordancia bajo la direcció de Michele Mariotti. El director recién volvió  de Nueva York, donde tuvo un gran éxito con la primera representación en el Metropolitan de “La Dama del Lago” de Rossini, donde: “the wondrous Ms. Di Donato and Mr. Mariotti, the fast-rising young Italian conductor, seemed almost in competition to see who could make music with more delicacy ….. Mr. Mariotti drew hushed gentle and transparent playing from the inspired Met orchestra” (Anthony Tommasini, New York Times, 17.02.2015)”. El  concierto dio inicio  con Die Zauberharfe, ouverture en DO mayor D644, también conocida como Ouverture Rosamunde, de Franz  Schubert, “casi una prueba” para lo que seguiría ya que la ejecución, si bien fue correcta, no impresionó. Al contrario, en algunos momentos pareciò estar plasmada de cierta pesadez. Lo que no estuvo así, fue el resto de la velada.

El momento más mágico (los apasionados de Brahms perdonarán) se dio con la interpretación de los Vier letzte lieder (Cuatro útimos lieder) de Richard Strauss. Para la creación de esta magia fue determinante María Katzarava, jóven soprano méxicana de origen georgiano. Katzarava todavía no es muy conocida por el público de Italia, pero ya es mucho más que una promesa. En esta ocasión puso en evidencia sus cualidades de cantante y de intérprete, que se distinguen por su suprema elegancia y sensibilidad interpretativa. Por medio de su capacidad de adecuarse con gran naturaleza a un género distinto a la ópera, se escuchó un concierto que no fue por voz y orquestra, sino de voz en la orquesta, instrumento entre los instrumentos, con perfecta fusión y equilibrio entre todos. Muy valorados fueron los pianos y los pianissimo, para nada obvios por un soprano, con los cuales Katzarava logró especialmente resaltar la atmósfera crepuscular y de abandono, cromática y difusa de estos cantos de gran lirismo, última expresión del romanticismo (Strauss los compuso de 1946 a  1948). El público manifestó sin reservas su aprecio hacia María Katzarava, llamandola varias veces al aplauso y por cierto con el deseo de no tener que esperar tanto tiempo antes de verla otra vez en Bologna.

Johannes Brahams y su sinfonía n. 2 in RE mayor, op. 73, que se ejecutó por primera vez en la sala del Musikverein de Viena en 1877, fue la fuente de las últimas emociones ofrecidas al  atento público del Teatro Manzoni. Sería largo intentar describir la complejidad y la maestría de esta sinfonía en este escaso, ya que, no obstante fue compuesta en el transcurso de un solo verano, se presentó enormemente llena de modos y ritmos, de sonoridades y colores diferentes. Lo que se puede decir es que Michele Mariotti y la Orquesta del teatro Comunale sorprendieron y entusiasmaron, sin caer en lecturas excéntricas, al contrario ofreciendo a los que aman a este compositor en particular, y no a ellos solamente, la posibilidad de encontrar o reencontrar una vez más en cada movimiento, el alma predilecta de Brahms.

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