Foto: Rocco Casalucci
Anna Galletti
“Y el alma, sin custodia,
quiere remontarse con libres alas
para, en el círculo mágico de la noche,
vivir profundamente y de mil maneras”
(Vier letzte lieder, “Al irse a dormir”, texto de Herman Hesse)
En el marco de la temporada sinfónica del
Teatro Comunale de Bolonia, que se celebra en el Teatro Manzoni, se presentó un concierto que se caracterizó
por los matices del romaticismo, entre melancolía y lirismo. La Orquesta
del Teatro Comunale se lució por profesionalidad y concordancia bajo la
direcció de Michele Mariotti. El
director recién volvió de Nueva York,
donde tuvo un gran éxito con la primera representación en el Metropolitan de “La Dama del Lago” de Rossini, donde: “the
wondrous Ms. Di Donato and Mr. Mariotti, the fast-rising young Italian conductor, seemed almost in competition to see who could make music with more
delicacy ….. Mr. Mariotti drew hushed gentle and transparent
playing from the inspired Met orchestra” (Anthony Tommasini, New York Times, 17.02.2015)”. El concierto
dio inicio con Die Zauberharfe,
ouverture en DO mayor D644, también conocida como Ouverture Rosamunde, de Franz
Schubert, “casi una prueba” para lo que
seguiría ya que la ejecución, si bien fue correcta, no impresionó. Al contrario, en algunos
momentos pareciò estar plasmada de cierta pesadez. Lo que no estuvo así, fue el resto de la velada.
El momento más mágico (los apasionados de Brahms
perdonarán) se dio con la interpretación de los Vier letzte lieder (Cuatro
útimos lieder) de Richard Strauss. Para la creación de esta magia fue determinante María Katzarava, jóven soprano méxicana
de origen georgiano. Katzarava todavía no es muy conocida por el público de
Italia, pero ya es mucho más que una promesa. En esta ocasión puso en evidencia
sus cualidades de cantante y de intérprete, que se distinguen por su suprema
elegancia y sensibilidad interpretativa. Por medio de su capacidad de adecuarse
con gran naturaleza a un género distinto a la ópera, se escuchó un concierto
que no fue por voz y orquestra, sino de voz en la orquesta, instrumento entre los
instrumentos, con perfecta fusión y equilibrio entre todos. Muy valorados
fueron los pianos y los pianissimo, para nada obvios por un
soprano, con los cuales Katzarava logró especialmente resaltar la atmósfera
crepuscular y de abandono, cromática y difusa de estos cantos de gran lirismo,
última expresión del romanticismo (Strauss los compuso de 1946 a 1948). El público manifestó sin reservas su
aprecio hacia María Katzarava, llamandola varias veces al aplauso y por cierto con el
deseo de no tener que esperar tanto tiempo antes de verla otra vez en Bologna.
Johannes Brahams y su sinfonía n. 2 in RE
mayor, op. 73, que se ejecutó por primera vez en la sala del Musikverein de
Viena en 1877, fue la fuente de las últimas emociones ofrecidas al atento público del Teatro Manzoni. Sería largo intentar describir la complejidad y la maestría de esta sinfonía en este escaso,
ya que, no obstante fue compuesta en el transcurso de un solo verano, se
presentó enormemente llena de modos y ritmos, de sonoridades y colores
diferentes. Lo que se puede decir es que Michele Mariotti y la Orquesta del
teatro Comunale sorprendieron y entusiasmaron, sin caer en lecturas
excéntricas, al contrario ofreciendo a los que aman a este compositor en
particular, y no a ellos solamente, la posibilidad de encontrar o reencontrar
una vez más en cada movimiento, el alma
predilecta de Brahms.
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