Nos encontramos con Virginia Tola por la tarde,
cerca de un bar en la plaza Verdi, frente al Teatro Comunale de Bolonia. Estamos
en el centro histórico de la ciudad y en el corazón de la zona universitaria, llena de
jóvenes, de confusión y de ruido. Virginia parece sentirse a gusto en este
lugar, tanto que podría confundirse con los estudiantes que se encuentran en la
plaza. Nuestra charla empieza con gran naturalidad antes que entremos en el bar
y sigue acompañada por cappuccino e brioche, el
típico desayuno de Italia aplazado unas diez horas. Vida de artista.
Anna Galletti
Virginia ¿Cómo te
acercaste al canto?
Decidí que quería ser cantante a los cuatro años, pero por supuesto que a esa edad
no sabía qué tipo de cantante quería ser. Mi familia no pertenece al mundo de la
ópera. Además en mi ciudad, Santo Tomé, en la provincia de Santa Fe, tenemos un
teatro hermoso, construido por emigrantes italianos, cómo todos los teatros de
Argentina. Sin embargo, no hay una temporada lírica. Cuando era niña estudiaba piano, flauta, y ballet,
pero cuando por primera vez escuché un coro, me enamoré de eso, dejé todos los
otros estudios y le dije a mi mamá que quería cantar. Así inicié a cantar en un
coro a los ocho años y hasta casi diecinueve. Primero era contralto, ya que tenía lindas
notas graves. Después, a los doce años, llegué a ser la solista del coro
y a cantar cómo soprano. Cuando tenía dieciséis años, mi maestra me sugirió que
hiciera una audición para interpretar a una de las hadas en la ópera Hansel y
Gretel, un proyecto en el que estaba involucrado el coro y que se iba a
realizar con la compañía del Teatro Colón. Para nosotros obviamente era un evento muy
importante y para mí el proyecto de mi vida. Cuando hice la audición, me
aceptaron enseguida y fue así que hice mi debut como solista en una ópera.
Mientras tanto, también había empezado a tomar clases de canto con una maestra
de mi ciudad y ya tenía claro que esa sería mi vida.
Entonces ya habías
tomado esa decisión antes de cantar en Hansel y Gretel. ¿Cómo llegaste a
conocer la ópera antes de ese momento, ya que como comentaste, en tu ciudad no
había una temporada?
Me enamoré de la ópera al ver un video de Carmen
con Placido Domingo y al entender que la ópera es teatro cantado. En ese
momento comprendí qué tipo de cantante quería ser, es decir una cantante que
cuenta una historia, que transmite un personaje. Me fue claro que no quería ser
una cantante popular y no porque pensaba que fuera menos importante, sino porque
lo que me interesaba era ponerme en un rol, identificarme con un personaje y
ser otra persona por la duración de la ópera. Eso se hizo la pasión de mi vida
y desde ese momento nunca paré. A los diecinueve años empecé asistir a clases del Teatro
Colón. Era la más joven, ya que los otros antes de ir a esa escuela habían
asistido al conservatorio y yo no. Estuve en la escuela del Colón cuatro años. El último año, la Embajada de Argentina en
Noruega, que era muy activa y que ya conocía mi actividad en la escuela, me
propuso participar en el concurso de la Regina Sonja. Tenía miedo, y solamente veintitrés
años, y hasta ese
momento nunca había salido de Argentina. Además, el programa era extenso y difícil,
con algunas elecciones obligatorias; por ejemplo cantar algo de Grieg. Me resolví
a intentar, porqué el jurado era impresionante
y quería que los artistas que lo formaban me dijeran lo que pensaban de
mi voz. Era muy importante para mí, ya que estaba convencida que tenía que
hacer esta carrera y que había nacido por eso. Y al final ¡gané el concurso! En
esa ocasión también conocí a Frederica Von Stade, quién me presentó a Placido
Domingo y me invitó a participar a Operalia, su concurso, que también gané. Era
el año 2000. Hice
todo eso siendo todavía una niña, ya que a esa edad no se sabe nada. No tenía experiencia, no hablaba inglés
ni italiano y no conocía una ópera
completa, solo quizás Bohéme.
Es fácil pensar que,
no obstante tu juventud, ganar esos concursos le dio una vuelta a tu carrera. ¿Qué
pasó después que ganaras el “Regina Sonjia” y “Operalia”?
Después de ganar esos concursos me llegaron muchas
propuestas interesantes cómo cantar en Washington, Los Ángeles, Madrid, Roma, y
yo aceptaba siempre. En los primeros años también cantaba a menudo en Noruega. En conclusión, dejé que las
cosas pasaran. Mi maestra de canto me ayudaba mucho, pero puedo decir que mi
carrera la construí en el escenario, de vez en cuando cometiendo errores o
haciendo cosas que no tenía tan seguras. Hoy en cambio, me siento en mi momento
más maduro, ya que al estoy haciendo el repertorio que siempre pensé que es el
mío. Por supuesto no lo podía hacer a los veintitrés años, porqué no tenía la madurez para interpretar roles
dramáticos. Por eso, durante diez años hice solamente roles líricos, cantando Mozart y Puccini, también con coloratura. Ahora, desde que me sigue Raina
Kabaivanska, con quién trabajo desde hace dos años y medio, interpreto también
este nuevo repertorio y siento que me encuentro en el lugar en el que puedo
expresarme mejor.
Se puede decir que tu
“gran debut” fue en el Teatro Colón, es decir en uno de los templos de la
lírica y en tu País. ¿Qué recuerdos tienes de esa experiencia?
Mis recuerdos del Teatro Colón en realidad datan del tiempo de la
escuela, que estaba dentro del teatro, donde no está más. Era una escuela muy
buena cuyo fin era capacitar solamente cantantes y no, por ejemplo, profesores
de canto. Había que cantar en cuatro o cinco idiomas, se tomaban clase de expresión
corporal, de repertorio, de canto en ensamble. Los alumnos podíamos ver lo que
pasaba en el escenario, aunque había que hacerlo a escondidas porqué en
realidad no estaba permitido asistir a los ensayos. Eso sin dudas era para
nosotros un gran estímulo para estudiar y prepararnos para estar nosotros
también un día, en ese escenario. Y el día que esa oportunidad llega es
especial y bellísima. Además, el Colón
es maravilloso, enorme, y al nacer artísticamente en un teatro tan grande se
quita el miedo de cantar en Europa, donde los teatros son mucho más chicos. El
Colón también tiene una acústica increíble y una energía especial. La edad
de oro de la ópera coincidió con la del Colón. Allí pasaron todos los cantantes
más afamados. A ese tiempo en América del Sur había riqueza, mientras que
Europa atravesaba los años de la posguerra. Es mi opinión que el teatro sin artistas, sin
historia, no existe. Creo en la energía de la gente y del arte queda en los
lugares en lo que se expresa. Está bien que se construyan teatros, pero después
tienen que llenarse de arte, de funciones, de público. Cualquier persona deja
su propia huella y eso en el Colón es algo que se siente muy fuerte.
Demos un paso adelante
y lleguemos al presente, para hablar de tu rol protagónico en Bolonia. Recién
cantaste el rol de Amelia en la Arena de Verona, pero con un montaje muy
diferente al de “Un ballo in maschera” que
se presentó en Bolonia. ¿Cómo repercute la diferencia de dirección en tu
interpretación?
Lo que se presentó en la Arena de Verona fue un
montaje tradicional. De todas formas, esta es la quinta vez que participo de “Un
ballo in maschera” y la segunda en clave moderna; la primera fue el año pasado, en el Teatro Colón, donde interpreté
Amelia en un montaje de La Fura dels Baus. Me encanta cambiar y creo que eso es
importante para los cantantes. En general, no tengo nada en contra de los
montajes modernos, pero no me gustan las incongruencias, es decir aspectos que
no tengan que que ver con lo que quiso decir el compositor. Es mi opinión que
este montaje es muy inteligente. Bajo el perfil estético, no me parece ni bueno
ni malo: es simplemente lo que es. Es un hecho artístico que considero muy
interesante y muy bien meditado, y que me hizo reflexionar mucho sobre mi
interpretación. Yo intento mejorar cada vez que interpreto un rol, así que mi
manera de cantar también se modifica. Sigo estudiando y escucho a mi maestra, Raina
Kabaivanska, que me ayuda en mi crecimiento. Nuestra carrera para mí es
parecida a la de un deportista, un tenista por ejemplo, que tiene un coach, que
lo sigue, le pone límites y la da
sugerencias algo fundamentales para no perderse. Nosotros los artistas, al ser
tan receptivos, podemos recibir muchas sugerencias que nos parecen útiles y nos
pueden gustar muchas cosas diferentes, pero al fin tenemos que entender lo que
es adecuado, o no lo es, para nuestra voz. Por eso es necesario que nos cuide
alguien que nos conozca y conozca nuestra voz muy bien. Yo tengo mucha suerte
en tener a Raina Kabaivanska.
Volvemos a tu rol
protagonista en estos días ¿Crees que Amelia sea un personaje actual?
Estoy convencida que sí. Ella es una mujer, y
una esposa, que se puede ver bajo muchos aspectos. Quizás vive encerrada en su
casa y se enamora del jefe de su marido, que es un seductor, un narciso, pero
también un sueño que no habría tenido al no encontrarlo. Por otro lado, es verdad que
en el presente, una mujer no aceptaría ser asesinada, pero el “morrò” (morir) de Amelia se puede
entender en un sentido espiritual. Lo que ella acepta es su muerte en cuanto
mujer, el fin de sus deseos, de su vida interior y eso sí, creo que aún podría pasar.
¿Hay alguna heroína de
Verdi que te gusta más o que te gustaría interpretar?
En realidad, yo me identifico mucho con el
personaje que estoy interpretando y lo sostengo tanto que no pienso en otros.
Igual puedo decir que en general me gustan las mujeres fuertes y no tanto las que
lloran desde el principio hasta el final, cómo Mimí. Las heroínas de Verdi sin
dudas tienen más personalidad y más fuerza. Amelia, por ejemplo, acepta su
destino, pero es ella quien lo avisa a Riccardo de la conspiración, lo va a
buscar e insiste en que se ponga a salvo. De todas formas, yo no juzgo a ningún
personaje. Cada uno tiene una razón para ser lo que es. Por ejemplo me gustó mucho interpretar Abigaile
de Nabucco, que lucha todo el tiempo, aunque que al fin se redima. Lo que es
increíble en ella es el furor que su amor le ocasiona. Para prepararme para el
rol de Abigaile, me fijé en los roles que había interpretado antes. Ya había hecho
las tres óperas de Mozart con libretto
de Da Ponte y se me ocurrió que el rol más parecido bajo el perfil vocal era el
de Fiordiligi, debido a su determinación y a la coloratura vocal, dos características que me encantan.
A parte la ópera te
dedicas mucho a la difusión de la zarzuela ¿Quieres hablar de eso?
Con gusto, porqué hace tiempo que tengo el deseo
de cantar una zarzuela entera, pero hasta hoy no lo logré. Soy argentina, pero
mi corazón está en España (a parte por mi compañero, que es italiano) y mi mente en Italia. Sea como sea, me siento española, quizás aún porque mi bisabuela era asturiana.
Placido Domingo me hizo conocer la zarzuela. Ya canté muchas arias, que siento muy
cercanas a mi alma y porqué me permiten cantar en mi lengua. Espero que surja
pronto algún proyecto de realizar una zarzuela entera, aunque entiendo que, al
tener una parte hablada tan amplia, se prefieren cantantes de España, por lo menos por un tema de acento.
La zarzuela no es tan
conocida fuera de España ¿Crees que tenga un futuro y que le pueda interesar a las nuevas
generaciones?
Creo que sí. Sin embargo, hay un problema muy
grande, es decir encontrar partituras fuera de España. Hice conciertos de zarzuela en
Argentina, y tuve que llevar conmigo las
partituras, además que me encargué de
que fueran transcritas para cada instrumento. Es verdad que es un género típicamente
español y con muchos
diálogos, más que en la operetta. Igual
con Placido Domingo hacemos conciertos desde hace catorce años, y en la primera parte
presentamos arias de óperas, mientras que en la segunda proponemos otro tipo de música, zarzuela incluida, y a la
gente le gusta muchísimo.
¿Qué te ha dado en especial esta colaboración con Placido Domingo?
Gracias a Domingo aprendí a cantar géneros diferentes
de la ópera. Por ejemplo canto piezas de musicales, ya que cómo comentaba en la
segunda parte de nuestros conciertos y en los bis presentamos un repertorio –
musical, tango y otras canciones - que le pueden gustar también a quienes no
sean aficionados a la ópera. Así aprendí a ser muy versátil y a poner algo más en mis interpretaciones de ópera. Creo
que todo lo que uno hace y vive agrega algo a su trabajo, si se sabe cómo
dirigirlo. Te pongo un ejemplo. En los conciertos con Domingo se usa el micrófono
y por lo tanto tuve que aprender a cantar así y a hacer “pianos” que propongo
también en teatro. Todo sirve y, ante todo, no considero que haya géneros menores. Pero lo más importante es que
me divierto, mucho. Para quien no se divierta, esta carrera puede ser un
suplicio, porque los sacrificios que hay que hacer son muchos. Un cantante lírico
no se queda nunca en el mismo lugar y no puede tener un ritmo de vida regular. No
quiero decir que esta vida sea mejor o peor que otras, solamente que es diferente.
La pasión y la diversión son fundamentales. Para mí la pasión se concreta en
lograr decir algo que toca a la gente en su alma, en comunicar un sentimiento
que suscita una emoción.
En
Argentina hay muchos cantantes líricos jóvenes de muy buen nivel. Ya siendo un punto de referencia, qué
piensas haya acercado tantos jóvenes a la ópera?
Cuando
el Teatro Colón estuvo cerrado por obras de refacción, (ndr: de 2006 a 2010), en Buenos Aires surgieron compañías que presentaban sus propios
montajes, más económicos, en el Teatro Avenida, en los que participaban cantantes
argentinos jóvenes. Yo también inicié allí. Con Ana D’Anna hemos realizado la
primera ópera con estas características, “Il Barbiere di Siviglia”, haciendo largos ensayos en su casa. Al
principio no era diferente a frecuentar una clase, pero luego este fenómeno
explotó. Aparecieron propuestas muy interesantes e inteligentes, porque las compañías
tenían que realizar óperas con presupuestos mínimos y por eso lo más importante
era la idea que se mostraba y no la magnificencia de la escenografía, que era
imposible. Asimismo en el trabajo del cantante contaba mucho su preparación en
actuación, su capacidad de crear el personaje. Todo eso ha producido un
movimiento muy interesante y ha atraído un público distinto y más joven el del
Colón. De aquí nació la ola de los nuevos cantantes que hoy se encuentran en
Argentina. Después que el Colón reabrió, estas compañías siguen haciendo
producciones con su propia marca y estilo, y presentan cada temporada cuatro o
cinco óperas a las que asisten también muchos críticos.
Para concluir esta charla. ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Después de Bolonia, voy a seguir con “Un ballo
in maschera” en Palermo, luego en febrero estaré cantando “Ernani” en
Florencia por las celebraciones de la transferencia de la capital de Italia de
Torino a esa ciudad. Sucesivamente, en julio, estaré debutando en el “Don Carlo”
en Madrid, en el Escorial, y después en I Due Foscari” en Marsella, con Leo Nucci. Continuaré con este repertorio
en Sao Pablo y en Lieja, también con “Nabucco”, así que estaré interpretando roles a
los que creo que puedo dar tanto todavía. Sigue también mi colaboración con Placido Domingo, que es
siempre muy activa.
Gracias a Virginia Tola.
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