Foto: Gentileza Teatro Colón de Buenos Aires
Luis G. Baietti
Los avatares de la programación han determinado que en todas las últimas óperas con doble elenco que ha presentado el Colón, yo que soy abonado de Domingos vea primero la función del Sábado con el elenco de las funciones extraordinarias y más de una vez me ha ocurrido que la calidad del elenco de las extraordinarias coloque mis expectativas en un nivel tal de exigencia que después el elenco titular no logra satisfacer. Mucho me temo que vuelva a ocurrir en este caso, porque la versión que se ofreció esta noche alcanzó un nivel de perfección digno de los mejores momentos de este gran Teatro que no está pasando por uno de sus mejores momentos pero que de tanto en tanto revive y nos recuerda la grandeza que alguna vez tuvo y que todos esperamos que recupere En primer lugar una fabulosa dirección musical de Ira Levin. Werther con sus momentos de grandes explosiones melódicas y emotivas en manos de la orquesta, que envuelven la participación de los cantantes, es el sueño de un director que quiere lucir a su instrumento. Siempre y cuando, claro está, no tenga que andar calculando hasta donde se puede entregar sin poner en evidencia limitaciones de su elenco solista. A cubierto de esta limitación por la convocatoria de un elenco de figuras principales y comprimarias de gran solvencia vocal, Levin pudo por fin dar rienda suelta a la sonoridad y emotividad de esa gran Orquesta que ha venido perfeccionando desde que es su principal concertador, y que pasa por un excelente momento. En segundo lugar la bella puesta de Hugo de Ana, detallista en el marcado de los intérpretes y con una belleza visual a la altura de lo que se oía. Y un elenco sin fisuras que se dio lujos como tener a Cecilia Pastwaski, Fernando Grasi, Ivan Maier en los papeles relativamente menores de Katchen, Johann y Schmidt. Destaco especialmente la enorme evolución que ha tenido Maier, tanto en lo vocal (su voz suena más redonda, no tan refugiada en el extremo agudo como en sus años iniciales) como en lo escénico. Christian de Marco fue un Bailly fue un impactante por la fuerza de su voz y la ductilidad actoral. Realmente hubiera sido una lástima no oírlo, ya que en principio estaba programado que todas las funciones las cantara el bajo ruso Alexander Vassiliev. De hecho una injusticia tremenda y un despilfarro de dinero teniendo un cantante local de este nivel para una parte que no es tan central, importar un artista extranjero para cantarlo. Cem Beran Sertkaya trazó un buen retrato de su Albert, noble, contenido, emotivo servido con una buena voz que no obstante exhibe una cierta dureza en los agudos. Su escena con Werther en el 2do.acto, el final del mismo con la frase clave Il l'aime y la escena de la entrega de las pistolas estuvieron magníficamente logrados. Es válido también en este caso preguntarse si no había nadie local que pudiera por lo menos cantar las funciones extraordinarias Ya que el papel, muy breve, no es especialmente dificultoso. Oriana Favero fue una delicia irrestricta de ver y oír como sophie. Gran impacto provocó la mezzo Clementine Margaine con una poderosa voz de mezzo que puede atreverse hasta con Wagner por el volumen que tiene, una extensión acorde con la partitura que es cantada por mezzos y sopranos, y una fuerte presencia escénica, arranco 3 ovaciones que interrumpieron la función en sus 3 solos iniciales del tercer acto. Y que decir de Gustavo Lopez Manzitti. Me causa indignación pensar que de no mediar la cancelación de Vargas al primer elenco y el desplazamiento del tenor de este elenco al primero para cubrir la vacante, no hubiéramos podido oír esta memorable versión del papel de manos además de un artista local, con todo lo que ello supone de limitadas posibilidades de aparecer ante el público. Lopez Manzitti nos tiene habituados a ser impecable en cada papel que encara, siendo un tenor particularmente versátil que ha cubierto papeles de los más diversos estilos y tesituras. Pero nunca hasta el presente había logrado una actuación arrasadora como esta donde brilló vocalmente en un papel exigente como pocos y agotador , por la seguridad de sus notas, el volumen vocal, la extensión que lo mostró en absoluto dominio de graves y agudos y todavía dándose el lujo de colocar un smorzando en el último acto . Pero por si esto fuera poco dio un Werther emotivo, profundamente compenetrado con su personaje. Tuvo momentos de gran impacto. A mi hacía tiempo que un tenor no me hacía derramar lágrimas en el final del acto 1, cuando comprende el destino que le espera ( A votre serment restez fidele moi, Je mourrais Charlotte). Su escena del tercer acto con Charlotte fue de una intensidad tal por ambos intérpretes que interrumpió la función, para desagrado de Levin, porque el público estalló en un sonoro aplauso. La escena final entre ambos fue auténticamente desgarradora. En suma una versión memorable, absolutamente lograda con excelentes dirección musical y escénica, un elenco de gran calidad desde el papel más pequeño y dos intérpretes que causarían conmoción en cualquier teatro del mundo.
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