Carmela Remigio - Poppea |
Foto: Peralta Teatro alla Scala
Ramón Jacques
Apenas un año después de haber concluido la trilogía de
Monterverdi con L’Incoronazione di Poppea,
que contó con la concepción escénica de Robert Wilson, el Teatro alla Scala programó una vez mas esta ópera
seria en tres actos. El espectáculo de Wilson fue visualmente elegante y
sobrio, situado en un tiempo indeterminado, con mínimos elementos sobre la
escena, como unos árboles o los restos de una columna derruida, elegantes
vestuarios, pero sobre todo por la intensa y abigarrada iluminación azul y
blanca al fondo del escenario. Su manejo de las de las luces y su magistral
sentido del espacio estimulan los sentidos del espectador. Sin embargo, los
movimientos lentos y pausados de los cantantes cargados de simbolismos
impidieron un desarrollo dramático y actoral más claro de los personajes,
haciendo que el prologo y el primer acto fueran poco fluidos. Escénicamente, y después
del intermedio, se vio mayor actuación en la escena. Incidió, también, la conducción
poco refinada de Rinaldo Alessandrini,
quien al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala, reforzada con músicos de
su orquesta Concerto Italiano, ofreció una lectura plana y carente de sutileza
y pianos. En términos generales la orquestación sonó rígida, áspera y por
momentos carente de dinámica. Vocalmente el elenco de especialistas en el
estilo ofreció un desempeño superlativo comenzando con la fascinante y
distinguida Poppea de Carmela Remigio quien
derrochó su clase sobre la escena, sobresaliendo con su brillante y nítido timbre,
y la claridad en su emisión y dicción. Como
Nerone, el tenor Leonardo Cortellazzi
agradó con un timbre atractivo y cargado de musicalidad. Ottavia tuvo en la
experimentada Monica Bacelli una intérprete
ideal del violento e impetuoso personaje, y estuvo vocalmente precisa. Por su
parte, Sara Mingardo dio vida a un frágil
y apesadumbrado Ottone, con un timbre suave y profundo. Resaltó la convicción y
fuerza escénica y vocal que Andrea
Concetti imprimió al personaje de Seneca. Del extenso elenco se puede
resaltar también la descarada Drusilla de María
Celeng, el Amore de Silvia Frigato,
el Mercurio de Luigi De Donato, la
Nutrice de Giuseppe de Vittorio,
especialista en los roles en travesti, o la refinada Damigella de Monica Piccinini. No se puede obviar
la presencia del barítono Furio Zanasi,
una autoridad en el recitar cantando monteverdiano, quien a pesar de
interpretar tres breves papeles en esta ocasión, es reconocido como el mejor intérprete
de Orfeo y Ulises. Como dato anecdótico, resulta sorprendente que un espectáculo
de este calibre no agrade tanto al público de la Scala y eso se vea reflejado
en una gran cantidad de butacas vacías.
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