Foto: Tafelmusik Baroque Orchestra / Sian Richards
Giuliana Dal Piaz
Una preciosa ejecución al clavicémbalo de las Variaciones
Goldberg de Johann Sebastian Bach fue presentada
por el artista francésBenjamin Alard el pasado jueves 31 de marzo
en el Trinity-St.Paul's Centre de Toronto. Primer concierto de primavera en el
programa 2015-2016 de la Tafelmusik Baroque Orchestra, y
previamente presentado al público con una breve conferencia por la
clavicembalista permanente de Tafelmusik Charlotte Nediger, está en
cartelera hasta el domingo 3 de Abril. En un programa totalmente dedicado a
Bach, precedieron las "Variaciones" la Allemande para flauta
sola, Partita en La Menor BWV 1013, que mostró el talento del flautista
canadiense Grégoire Jeay, y la Sonata en Do Menor para flauta,
violín y contínuo "La Ofrenda Musical" BWV
1079, para el clavicémbalo de Benjamin Alard y el
trío violín, flauta y chelo, respectivamente a cargo de la mítica Jeanne
Lamon, quien fuera Director musical de la Orquesta Tafelmusik por 33 años
(1981-2014), del flautista Grégoire Jeay y de la óptima
chelista canadiense de origen holandés, Christina Mahler. Bajo el título de Ofrenda Musical a Su Majestad el Rey de Prusia, la Sonata surge de un "tema", precisamente el tema real,
que el mismo Rey Federico el Grande, apasionado flautista, había compuesto
pidiendo luego a Bach que lo ejecutara en su presencia de manera improvisada.
Bach se encontraba de visita en la Corte de Postdam donde trabajaba el mayor de
sus hijos, Carl Phillip Emanuel, él también músico de valía. Así que Bach
acepta el desafío, improvisa de manera perfecta y le promete además al Rey una
elaboración sucesiva, que puntualmente realiza. Obligado a la
"ofrenda" formalmente humilde de la pieza, se toma una pequeña
revancha: utiliza el "tema real" en los cuatro movimientos de la
Sonata, pero la compone siguiendo más el complejo estilo "futurista"
de las músicas de su hijo Carl Phillip Emanuel, que el fácil estilo
"galante" de moda en la Corte. La composición suena de hecho
increíblemente moderna al oído del escucha de hoy, anticipando ritmos, fraseos
musicales y colorituras más propias de obras del siglo 19º que del 18º (la
Sonata es de 1747). Mucho sabemos o nos imaginamos acerca de las Variaciones Goldberg, empezando por el origen del nombre por el cual se
conocen: llamadas en realidad por Bach sólo Clavier-Übung (Ejercicios en el clavicémbalo) para clave de dos
teclados, sucesivamente definidas por el autor como variaciones
"preparadas para el gozo anímico de los amantes de la música", y
posiblemente inspiradas en los 30 Esercizirecién compuestos por Domenico Scarlatti, se dijo
hubieran sido escritas por encargo del Embajador ruso en la Corte de Sajonia,
von Keyserlingk, quien sufría de insomnio crónico, a fin de que el entonces
apenas adolescente clavicembalista Johann Gottlieb Goldberg las tocara para
conciliarle el sueño. A parte la escasa probabilidad de que una composición de
este género sirviera para arrullar, los datos históricos probaron tratarse sólo
de una leyenda. El nombre, sin embargo, quedó. Si examinamos la obra a partir de la partitura,
intencional y forzadamente concentrada en exactamente 32 páginas, sobre una
línea básica de 32 notas, llama la atención el aspecto simétrico y numérico de
su estructura: 30 variaciones más el Aria inicial y la repetición de la misma
"Aria da capo" al final, con 10 grupos de 3 variaciones cadauno, la
tercera de ellas siendo siempre un cánon, con una separación ideal en la 15ª
variación, después de la cual los temas van repiténdose invertidos para las dos
manos del concertista. La pieza es una obra maestra de técnica virtuosista pero
también un increíble desafío estilístico y emocional para el intérprete, al que
prácticamente se le deja la elección de la articulación y del "color"
de las notas, mientras que el único dato propiamente pre-establecido por la
partitura es el tono dominante en Sol mayor con sólo tres de las variaciones
que pasan a utilizar el Sol menor. Estudiada, desentrañada e interpretada por años
por grandes virtuosos del teclado, esta obra sigue ofreciendo numerosas
posibilidades de interpretación. La mayoría de nosotros las conoce, de hecho,
en la adaptación para piano (instrumento que sin embargo no existía en tiempos
de Bach), tanto en las famosísimas ejecuciones de Glenn Gould como en otras
conocidas ediciones (András Schiff o Daniel Barenboim, en primer lugar), sin
mencionar ciertas dudosas adaptaciones para guitarra o grupos de cuerdas. Esta
fue la primera vez que me tocó escucharlas en una excelente ejecución
filológica para clave y la sentí como una auténtica revelación, porque el
original de esta composición debía sonar exactamente así, con ese flujo casi
ininterrumpido - vivaz, por momentos pensativo, por momentos incluso divertido
(creo que Bach tuviera un enorme sentido del humor), más y más intenso y
apremiante, hasta el fantásticoCanone Quodlibet, para luego amortiguarse
en el Aria da capo - oleadas sucesivas de notas angulosas y algo
metálicas, muy difíciles de reproducir por el sonido mucho más suave y
"redondo" del pianoforte. Buenísimo
en sus impecables virtuosismos Benjamin Alard, que logró mantener intacta hasta
el último istante la tensión de una obra que dura más de 80 minutos, en cierto
sentido anunciando las largas sonatas para piano de época romántica. Un exploit físico, además que emocional, no sólo
para el intérprete sino también para el público de Tafelmusik, que enfrenta lasVariaciones tras cuarenta minutos abundantes de la primera parte
del concierto.
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