Sunday, April 10, 2016

Una morena y una rubia: La verbena de la paloma con Solistas Ensamble, México

José Noé Mercado

Un verdadero éxito, ante el público que llenó la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes el pasado 18 de marzo, fue el que obtuvo la presentación de la zarzuela La verbena de la paloma o El boticario y las chulapas y los celos mal reprimidos de Tomás Bretón, ofrecida por el grupo Solistas Ensamble del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Con esta apreciada pieza del llamado género chico (en rigor, sainete lírico en un acto), que dos días antes habían interpretado en el Auditorio de la Biblioteca Vasconcelos, Solistas Ensamble dio cierre a su Primera Temporada 2016.

Se trató de una función fecundada por el buen humor de la trama, por una camaradería escénica que demostró el grupo, y por una interpretación donairosa que si técnicamente podría tener máculas, en conjunto se transformó en una sucesión de escenas deliciosas hasta la carcajada.

El desenfado, el empeño de los participantes y la ausencia de poses y falsas pretensiones, fueron clave, tanto como el buen desempeño vocal de la mayoría de los protagonistas.

El tenor Ángel Ruz ofreció un canto lucidor y una interpretación jocosa del rabo verde Don Hilarión y fue bien arropado en la farsa por el Don Sebastián de Iván Juárez, el celoso Julián de Édgar Gil y la Seña Rita de Graciela Díaz Alatriste.

El atractivo visual femenino, no sólo para gozo de Don Hilarión, correspondió a la Susana de la soprano Violeta Dávalos y a la Casta de la mezzosoprano Itia Domínguez. Una morena y otra rubia, como presumen las coplas, hijas del pueblo de Madrid.

Dávalos en plenitud vocal, con la experiencia de conocer los secretos para incursionar con éxito en numerosos montajes de ópera, opereta y zarzuela. Itia con una presencia despampanante y salerosa, arrancando suspiros, con una voz bella y melodiosa, sin estridencias, de dulce timbrado. Ambas divirtiéndose en sus papeles del sainete.

Algunos otros solistas aportaron un contexto sólido para la fluidez y buen desarrollo de la trama, de la verbena. Ahí andaban el bajo Luis Rodarte, un tabernero y tahúr profesional donde los haya, el portero Mauricio Esquivel, el mozo —tan bailarín como Rodarte y Ricardo Galindo— de Óscar Velázquez, la Teresa, chula y vecina de Ángeles Arévalo, la chulapa de Grace Echauri, el chulapo de finos pasos y puro en mano de Mario Hoyos, entre otros personajes de farándula, además de los bailaores Ruth Chávez, Inés López, Lucía Méndez y Óscar Cruz.


Desde el piano participó Eric Fernández; en la guitarra flamenca Gerardo Matamoros, con una dirección musical invitada de José Luis Bustillos y una puesta en escena de Fernando Gómez Pintel, que si bien no detalló a cada uno de los personajes y los intérpretes tuvieron que poner de su cosecha para sacarlos adelante en su trazo y confección, propició el ambiente conjunto de verbena. No impidió la fiesta y su comicidad.

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