Fotos: Arnaldo Colombaroli / Maximo Parpagnoli – Teatro Colón
de Buenos Aires
Gustavo Gabriel Otero
Buenos
Aires, 18/03/2016. Teatro Colón. Alberto Ginastera: Beatrix Cenci. Ópera en dos actos y 14
escenas. Libreto de William Shand y Alberto Girri, basado en las Crónicas
Italianas de Stendhal y Los Cenci de Percy Bysshe Shelley. Alejandro Tantanian,
dirección escénica. Oria Puppo, escenografía y vestuario. Maxi Vecco, diseño de
proyecciones. David Seldes, iluminación. Mónica Ferracani (Beatrix Cenci),
Víctor Torres (Conde Francesco Cenci), Alejandra Malvino (Lucrezia), Florencia
Machado (Bernardo), Gustavo López Manzitti (Orsino), Mario de Salvo (Andrea),
Alejandro Spies (Giacomo), Sebastián Sorarrain, Iván Maier y Victor Castells
(Invitados), Luis Alejandro Escaño (Olimpio), Ernesto Donegana (Marzio).
Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez.
Dirección Musical: Guillermo Scarabino.
El
Teatro Colón ofreció en carácter de homenaje al centenario del nacimiento del
compositor argentino Alberto Ginastera (1916-1983) una nueva puesta en escena
de la última de sus tres óperas: Beatrix
Cenci. Ginastera
compuso tres óperas: Don Rodrigo
(1964), Bomarzo (1967) y Beatrix Cenci (1971). Don
Rodrigo tuvo su estreno mundial en el Teatro Colón y posteriormente se ofreció
en las Temporadas 1966, 1967, 1970 y 1971 de la New York City Opera, en 1976 se
produjo el estreno europeo en Estrasburgo y, desde esa fecha, está ausente de
las carteleras de los teatros líricos. Sin dudas la obra que debió reponerse
para este homenaje. Bomarzo se estrenó en 1967, en el Lisner
Auditorium de la George Washington University, y tiene la triste fama de haber
sido censurada en la Argentina prohibiéndose su estreno local anunciado para
ese mismo año. Es la ópera más representada de Alberto Ginastera y la obra
lírica de un autor argentino de mayor repercusión con funciones en Nueva York,
Los Ángeles, Zurich, Kiel y Londres; además de haber sido registrada
comercialmente con el elenco del estreno mundial. En el Colón se vio en 1972,
1984 y 2003, y por ser la más vista en esa sala no ameritaba su reposición en
este año homenaje. El Teatro Real de Madrid ofrecerá Bomarzo en su próxima Temporada
Beatrix Cenci se estrenó el 10 de septiembre de
1971 en el Kennedy Center de Washington, se ofreció en dos temporadas en la New
York City Opera (1973 y 1974), llegó a la Argentina el 2 de junio de 1992 y
tuvo su primera representación europea el 12 de septiembre de 2000 en el Gran
Teatro de Ginebra (Suiza). Arlene Saunders, Eileen Schauler, Mónica Ferracani y
Cassandra Riddle dieron voz a Beatrix mientras que empuñaron la batuta Julius
Rudel, Christopher Keene, Mario Perusso y Gisèle Ben-Dor. La
obra narra las perversidades del Conde Francesco Cenci, que van desde la
violación de su propia hija, Beatrix, hasta la organización de un baile de
máscaras para celebrar la muerte de dos de sus hijos varones, que termina en
una bacanal. La conjura de los hermanos y de la esposa del Conde para
asesinarlo, el arresto de todos los involucrados y la ejecución en el cadalso
de Beatrix, quien va a la muerte con el miedo de encontrarse en el infierno con
su padre que debatiéndose entre las llamas la mirará ‘implacablemente con sus ojos fijos, muertos, para siempre. El
libreto de William Shand con aportes de Alberto Girri es pobre, monocorde y sin
vuelo. La música de Ginastera adscribe a las vanguardias y tendencias de los
’70 del siglo pasado y luce anticuada. A 24
años de su estreno argentino Beatrix
Cenci volvió a subir al escenario del Teatro Colón en tres funciones -fuera
de los abonos- que marcan el inicio de la Temporada Lírica, en una versión de
muy buen nivel musical y con una puesta en escena polémica y vacía que redundó
en que el homenaje lírico planeado resultara desigual. La
dirección musical de Guillermo Scarabino fue inobjetable.
Gran conocedor de la
obra de Alberto Ginastera guió a la
orquesta estable del Teatro Colón con precisión en una partitura plena de
dificultades. El
elenco vocal fue solvente y profesional así como el Coro Estable, con un
débito para la actuación del barítono Víctor Torres (Conde Francesco Cenci) que
resultó en muchos momentos de la obra inaudible. Tanto cuando cantaba a pleno,
como en los momentos hablados o de recitar-cantando. No obstante su prestación
actoral insufló autoridad y perversidad al personaje. Las
intensidades orquestales no fueron problema para el resto del elenco. Así
Mónica Ferracani -creadora del rol en el estreno local de 1992-, ofreció una
Beatrix Cenci plena y creíble, sorteando las extremas dificultades de la
partitura y brindando una escena final verdaderamente inolvidable. De
excelencia las interpretaciones de Alejandra Malvino (Lucrezia) y Gustavo López
Manzitti (Orsino), muy bien acompañados por Florencia Machado (Bernardo),
Alejandro Spies (Giacomo) y Mario De Salvo (Andrea). Correctos
en sus breves roles de invitados a la fiesta Sebastián Sorarrain, Iván Maier y
Víctor Castells, mientras que en los roles hablados de los asesinos Alejandro
Escaño Manzano (Olimpio) y Ernesto Donegana (Marzio) exhibieron una pobre
recitación
de sus textos. El
libreto ubica el primer acto en el Palacio Cenci de Roma y cada una de sus
escenas en un lugar distinto del mismo, mientras que los primeros cuatro
cuadros del segundo acto transcurren en diversos ámbitos del castillo de
Petrella, el cuadro doce se ubica nuevamente en el Palacio Cenci y las últimas
dos escenas en el Castel Sant’Angelo. Nada de esto se respetó en la puesta que
ofreció como escenografía única el interior del Palacio de Tribunales de la
ciudad de Buenos Aires. En algunas escenas la estatua de la Justicia se
adelanta y en otras aparece un prisma de simbología a dilucidar por el
espectador. Naturalmente
que la escenografía única no es en si misma objetable pero en muchos casos
resta verosimilitud a la acción. No obstante el trabajo de Oria Puppo recreando
el Palacio de los Tribunales fue excelente, lo que se complementó con un
vestuario levemente contemporáneo de adecuada factura. No desentonaron las
proyecciones de Maxi Vecco ni la iluminación de David Seldes. Alejandro
Tantanián en la puesta en escena ofreció un trabajo epidérmico, con poca
actuación teatral, duplicación de personajes y plena de figurantes en escena
para intentar -probablemente- tapar el vacío de ideas actorales. Innecesaria
la presencia de un niño que se presenta con nombre y apellido antes de comenzar
la obra y dice que se iniciará la acción, risible el monstruo y pobre el final
con ese mismo niño que cierra la obra abrazándose al alter ego de Beatrix
rompiendo totalmente el clima sobrecogedor de la escena. Sobreabundantes
los desnudos masculinos y el intento de drag queen gótico, superfluos los
travestidos y los hombres con tacos altos, que más que marcar el ambiente de
relajo moral parecieron de un cabaret de pésimo nivel. Estas orgías sólo
protagonizadas por varones le quitan potencia al incesto indicado en el libreto
y acentuaron desproporcionadamente
la bisexualidad del Conde por sobre la violación de su hija, el sometimiento de
su esposa o su espantosa brutalidad.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.