Fotos: Cortesía
Auditorio Nacional. Foto: José Jorge Carreón
Ramón Jacques
Considerada como uno de las
agrupaciones musicales más antiguas de Rusia, ya que su historia data de
principios del siglo XVIII, la Orquesta del Teatro Mariinsky se presentó
por primera vez en México con un ciclo de cuatro conciertos, tres realizados en
el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, dedicados en su totalidad a
la ejecución de diversas piezas de compositores rusos como: Shostakóvich,
Rajmáninov Rimski‑Kórsakov y Prokófiev; así como un concierto mas que se
llevo a cabo en el Auditorio Nacional de México. Si bien este país había tenido
la oportunidad de gozar en varias ocasiones a la compañía de ballet del
Mariinsky, nunca se pudo escuchar a la compañía completa -solistas y orquesta
del teatro- interpretar una ópera rusa, a pesar de las extensas giras que realizó
por Norteamérica y Sudamérica desde el tiempo en el que el teatro aún llevaba el nombre de Kirov. Quedará
entonces ese pendiente que ojala se pueda concretar muy pronto en algún
escenario de México. Para el último de los conciertos, en el Auditorio
Nacional, se conformó nuevamente un programa ‘ruso’ de conocidas composiciones
que comenzó con una jovial y vivaz interpretación de las Danzas Polovtsianas de El Príncipe
Igor de Aleksandr Borodín, seguidas
del Concierto para piano y orquesta num.
1 en si bemol menor, Op. 23 Chaikovski que tuvo como solista invitado al joven
Sergei Radkin quien mostró destreza y
dinámica frente al teclado, y aunque su sonido sonó áspero por momentos fue
capaz de elaborar y extraer el drama, la pasión, la angustia y la melosidad
contenida en cada uno de los tres movimientos. Por su parte, la orquesta mostró
el innegable conocimiento y afinidad que tiene por este repertorio, que toca
con esplendor y pureza. Su sonido es uniforme y su fortaleza parece sustentarse
en su sección de cuerdas. La conducción estuvo a cargo de su director titular,
desde 1988, Valery Gergiev quien con
sus peculiares ademanes, aportó su segura, experimentada e intuitiva guía. En
la segunda parte del concierto se escuchó una pletórica y misteriosa ejecución
de El Pájaro de fuego de Igor Stravinski,
y para cerrar con buen humor, la célebre y festiva Obertura 1812, Op. 49 de Chaikovski en lo que fue una grata velada
orquestal.
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