Foto: Teatro Filarmonico Verona
Francesco Bertini
Como
cierre de la primera parte de la temporada lirica del Teatro Filarmónica de
Verona, y en espera del festival de verano en la arena, se ofreció La Sonnambula de Vicenzo Bellini. El
compositor se apropió del tema del sonambulismo, particularmente en boga en su
época por sus propios problemas de inconsciente, que colocó junto a sus frecuentes
tratamientos de locura o de anomalías psíquicas. Surgió un genero hibrido, equilibrado entre
la fabula pastoral y el idilio, con algunos ingredientes de la ópera semi-seria.
Ausente de la ciudad de las escaleras durante casi diez años, la ópera se
benefició de la reposición del propio montaje del Filarmónico de Hugo de Ana, esta vez encargado a Filippo Tonon. La puesta en
escena ha girado por todo lo largo y ancho de Italia, formando parte de una
serie de espectáculos que han sido bien recibidos por el público. Sin embargo
debe mencionarse que en la alegre puesta
escénica con ambientación casi de fabula, rica de colores tanto en la escena como
en los vestuarios, predomina ampliamente una idea de dirección que en más de un
momento resulta casi vacía y escasamente convincente. En la complicada interpretación de la
dramaturgia de Bellini, esta reposición, un poco bajada de tono, termina por no
atrapar bien las características de los personajes, corriendo el riesgo de reducir a una
oleografía el espectáculo entero.
Salió triunfadora la siberiana Irina Dubrovskya, ya que la soprano
posee sus propias características técnicas como timbre convincente, fraseo
cristalino y eficacia belcantista, que son necesarios para afrontar con
completa validez el papel de la cándida Amina. A su lado estuvo el tenor Jesús León, que aunque interpreta
frecuentemente a Elvino, no logró hacerle justicia a la terrible composición belliniana.
Entre las dificultades del artita para ascender al agudo, la emisión no
siempre estuvo bien y a punto, y tuvo
una cierta vaguedad en la definición del
personaje. León sacó adelante la función y fue mejorando durante el segundo acto.
Requería perfeccionarse también el Conde Rodolfo de Sergey Artamonov. Además de
sus evidentes problemas de dicción, el bajo ruso, delineó al noble señor de la
aldea con monotonía, carencia de acentos y algunos problemas en la línea
canora. Muy valido fue el desempeño de Elena Serra como Teresa, el de Madina Karbeli como Lisa, pero un nivel
debajo de la suficiencia estuvo el Alessio
de Seung Pil Choi. La concertación de Francesco Omassini se alternó entre momentos particularmente bien
logrados, con valida atención a los colores requeridos por la partitura, con
pasajes tratados con superficialidad y desatención, en especial en lo que se
refiere a la relación entre el escenario y el foso. La ejecución de la Orquesta de la Arena de Verona
estuvo atenta a las indicaciones del director demostrando buena cohesión, y la
par del coro dirigido por Vito Lombardi.
Un teatro llenó y celebrando, al final da esperanzas a la Fondazione Arena, que
intenta salir de un periodo de graves dificultades.
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