Foto: Brescia/Amisano – Teatro alla Scala
Massimo Viazzo
Gran éxito tuvo en la Scala la
producción traída del Festival de Glyndebourne de este díptico de Ravel, de L’Heure Espagnole y L’Enfant et les Sortileges, dos extraordinarias obras maestras que
no se presentaban en el máximo teatro
italiano desde alrededor de cuarenta años (en aquella ocasión la baqueta le fue
confiada a Georges Prêtre mientras
que la dirección escénica fue de Jorge Lavelli). En la producción firmada por Laurent Pelly, con el aporte
fundamental en la escenografía de Caroline
Glint y Florence Evrard (L’Heure) como de Barbara de Limburg (L’Enfant),
se presenciaron dos espectáculos complementarios y perfectos que se adentraron
en la poética del compositor francés. En
Heure Espagnole ambientada en una
tienda de relojes en la que muchos objetos estaban amontonados para hacerla parecer
una tienda de porquerías (naturalmente que había muchos relojes de muchas
formas y dimensiones, como también una lavadora, una guitarra y una bicicleta)
se captó el lado más carnal de Maurice Ravel. Marc Minkowski subrayó con gran precisión aunque también con cierto
calor las referencias temáticas más sensuales y todos los cantantes, que
estuvieron muy bien en sus partes, hicieron el resto. La pareja de los protagonistas Concepción y
Ramiro, interpretada por Stéphanie
D’Oustrac y por Jean-Luc Ballestra respectivamente, se distinguió
por una prestación sin imperfecciones muy segura y de buen impacto vocal. También
para Yann Beuron (Gonzalve), Vincent Le Texier (Don Iñigo) y para Jean-Paul Fouchécourt (Torquemada) los
papeles les quedaron como guante. En Enfant et les Sortileges todo fue más onírico,
soñado, incluso psicológico. Para evidenciar la presencia de un niño en escena
(Marianne Crebassa lo cantó con voz
muy bien timbrada y muy bien proyectada) todos los objetos fueron engrandecidos
de manera desproporcionada, creando un efecto visual de gran impacto, con tazas
y teteras gigantes, pedazos de tapicería vivientes y enormes, y gigantescas mesas y
sillas. Aquí Minkowski prosiguió con su análisis
lucido y atento del dictado raveliano
restituyéndole una lectura muy transparente pero nunca alejada, con una
orquesta definitivamente en forma. El elenco
de altura (muchos cantantes estuvieron en las dos operas) con una mención a la
segura coloratura de Armelle Khourdoian
y el hermoso timbre de Delphine Haidan.
Al final, y como siempre, el Coro del Teatro alla Scala dirigido por Bruno Casoni ofreció una prueba mayúscula.
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