Credito: Monika Ritterhaus
Ramón Jacques
Del extenso catalogo de personajes creados por Wagner para sus operas, el del joven heroico Siegfried debe ser uno de los que mayor exigencia vocal y resistencia física requieren de su interprete como quedo demostrado en la primera representación que se hace de esta obra maestra sobre el escenario de la compañía de Los Ángeles. Siegfried es la tercera entrega de la representación de la tetralogía wagneriana que comenzó aquí la temporada pasada con Das Rheingold y Die Walkure, y que en esta temporada incluye los dos capitulos restantes, pero concluir con la realización de tres Anillos completos en mayo y junio del 2010, cumpliéndose el objetivo de Placido Domingo, director del teatro, con la ayuda de Kent Nagano, primero, y de James Conlon, de convertir este teatro en un centro wagneriano en Norteamérica. Lo primero a resaltar es la concepción escénica y visual vanguardista firmada por el regista, pintor y diseñador alemán Achim Freyer, que situó la trama en un tiempo y un lugar indeterminado y abstracto, con bizarros vestuarios, personajes extraños de enormes cabezas, de animales, un ensamble de mimos y actores que se movían lentamente, así como pocos elementos en escena y un exagerado uso de simbolismos, ayudándose de una repetitiva transmisión de imágenes de video al fondo y al frente del escenario (sobre una fina cortina negra) de elementos como: agua, fuego, astros y estrellas. El foso de la orquesta se cubrió con un tejido negro, y con poca, pero brillante iluminación la obra se realizó en un ambiente casi oscuro y funesto. Es evidente que en su forma de reinterpretar la obra Freyer captó los elementos mágicos de la mitológica historia. Sobre el escenario las geométricas líneas y espadas, creadas con radiantes luces de neon de diferentes colores, crearon un efecto sugestivo y visualmente atractivo. En escena, los movimientos de los artistas fueron lentos por momentos, y con mucho movimiento en otros, por ello la referencia de la exigencia física al personaje principal, quien tuvo un accidente en un pie. Se utilizó mucho la ironía, y por momentos la comicidad, y el toque absurdo y surrealista de la producción tuvo el fin de provocar reacciones en el publico, de rabia, provocación, asombro e incomodidad. El papel principal fue interpretado de manera óptima por el tenor ingles John Treleaven, de timbre brillante metálico, no completamente bello, pero gestionó con experiencia e inteligencia sus recursos en la seguridad y la emisión, y la ligera fatiga vocal en el dueto final no estropeó su desempeño total. La prestación más completa y convincente en lo vocal y lo escénico provino del bajo ruso Vitalij Kowaljow, elocuente e imponente como Wanderer. El tenor Graham Clark recreó un histérico y perturbado Mime, vocalmente sólido y Oleg Bryjak fue un inapreciable y robusto Alberich. Stacey Tappan, dejo muestra de gran sensibilidad y estilo en su muy lírico pajarillo del bosque. La soprano Linda Watson, creo una vocalmente portentosa Brunhilda, con seguridad, precisión en todo el registro, correcta entonación y acento dramático, aunque su personaje fue estático y de nula movilidad de acuerdo a Freyer. La mezzosoprano Jill Grove fue estridente en su breve aparición como Erda, y Eric Halverson, externo una voz amplia y poderosa, pero pastosa y oscura como Fafner. Ampliamente satisfactoria y gustosa fue la lectura musical de James Conlon, que vive y disfruta con pasión a Wagner. Su batuta segura y experimentada en este repertorio fue armoniosa, enérgica o sensible y cadenciosa cuando le fue requerido, creando una simbiosis entre voces e instrumentos.
VERSIONE IN ITALIANO
Dell’ampio catalogo di personaggi creato da Wagner per le sue opere, il giovane eroe protagonista della seconda giornata della Tetralogia è uno di quelli più esigenti da punto di vista della resistenza vocale e fisica. E lo si è potuto verificare anche qui a Los Angeles alla prima rappresentazione. Rheingold e Walküre sono andati in scena la scorsa stagione, mentre nella corrente l’Anello andrà a concludersi con Götterdämmerung per essere poi eseguito integralmente tre volte nei mesi di maggio e giugno 2010, a soddisfazione di Placido Domingo che, con Nagano prima e ora con James Conlon, vuole trasformare il teatro californiano nel principale centro wagneriano del Nord America. Buon risalto ha avuto la concezione scenica avanguardistica del regista, pittore e costumista tedesco Achim Freyer che ha ambientato la vicenda in un tempo astratto e indeterminato, con costumi bizzarri, personaggi strani con teste giganti di animali, mimi che si muovevano lentamente, pochi elementi scenici ed un uso esagerato del simbolismo, aiutandosi con proiezioni a dire il vero un po’ ripetitive di immagini video -acqua, fuoco, stelle... - sul fondale e sulla fronte della scena (su sipario nero). Anche la buca orchestrale è stata coperta da un telo nero e con una illuminazione limitata ma tagliente l’opera si è realizzata in un ambiente oscuro e funesto. Freyer nella sua concezione registica ha tentato di catturare gli elementi magici della mitologia nordica. Linee geometriche e spade elaborate con luci al neon di differente colore hanno creato forte suggestione, mentre i movimenti dei protagonisti ora lentissimi, ora molto rapidi sono stati rivissuti con ironia e anche comicità da un pubblico provocato da questa visione un po’ surrealista, ai limiti del teatro dell’assurdo. Il ruolo del protagonista è stato ottimamente interpretato da John Treleaven. Di timbro non propriamente bello, un po’ metallico, il tenore inglese ha saputo gestire con intelligenza ed esperienza le proprie risorse vocali e un piccolo incidente ad inizio di terzo atto unito ad una leggera fatica nel duetto finale non hanno inficiato una prestazione nel complesso positiva. Il migliore in campo sia dal punto di vista vocale che scenico è stato il basso russo Vitalij Kowaljov, un Wanderer eloquente ed imponente. Il tenore Graham Clark ha dato vita ad un Mime isterico e disturbante, vocalmente solido Oleg Bryjak un apprezzabile e robusto Alberich mentre Stacey Tappan si è destreggiata con stile e sensibilità nel liricissimo ruolo dell’uccellino del bosco. Ed eccoci a Linda Watson, una portentosa Brunilde, sicura, precisa in tutta la gamma, corretta nell’emissione e nell’accento. Jill Grove è stata un Erda un po’ stridente e Eric Halfvarson un Fafner dalla voce ampia e cavernosa. Ampiamente soddisfacente anche la direzione, armoniosa sensibile ma anche energica, di James Conlon, che, si intuisce, ama particolarmente questo repertorio ed è riuscito a creare una vera simbiosi tra buca e palcoscenico.
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