Crédito: Robert Millard
Ramón Jacques
La Opera de Los Ángeles presentó el siempre ameno y divertido Elixir de Amor, opera del genero belcantista, que a excepción de la memorable representación de Lucia di Lamermoor con Anna Netrebko en el 2003, había sido olvidado y relegado casi en su totalidad de las temporadas del teatro durante las gestiones de Kent Nagano y James Conlon, en la dirección musical de la compañía. Debido a la austeridad económica por la que atraviesan los teatros líricos en esta región operística del mundo, se repuso la realización escénica de Stephen Lawless y John Engels, coproducida con el Grand Théâtre de Genève, que fue vista por primera ocasión en este escenario en 1996 y posteriormente en 1999. La escenografía dentro de la cual transcurre la acción es de una granja, de buena manufactura y atractiva, pero que con el paso del tiempo ya comienza a lucir obsoleta y rígida, por los altos muros y paredes de madera a la mitad del escenario, que reducen el espacio escénico, limitando el libre movimiento de la amplia compañía de canto, y que obstruyen la brillante luz que proviene del fondo del escenario del fondo haciendo que la parte visual hacia el espectador fuera oscura. En ese sentido la iluminación poco ayudo. Los vestuarios, sin embargo, fueron elegantes y óptimos de acuerdo al ambiente campirano en el que se situó la obra. La dirección escénica de Lawless requirió de movimientos precisos de habilidad y pericia de los personajes, y sin exagerar los momentos cómicos que permite la obra. El personaje de Nemorino fue encomendado al tenor Giuseppe Filianoti, quien le hizo justicia, exhibiendo una voz de grata y refinada tonalidad en el timbre, elegante en el fraseo, claro en la emisión, y correcto en la dicción. Escénicamente actúo cada palabra con la justa medida de jocosidad e inocencia. En su debut americano, la soprano georgiana Nino Machaidze dejó una grata impresión, mostrando encomiables virtudes vocales, como un colorido timbre, agilidad casi pirotecnia en el manejo de la coloratura y en la emisión de agudos. Su juvenil y delicada apariencia la hace una idónea intérprete de Adina, expresiva y caprichosa en su desempeño. Una rotura en el talón de Aquiles dos semanas antes del inicio de la producción evitó el esperado debut local del legendario Ruggero Raimondi en el papel de Dulcamara, pero su sustituto ideal fue el barítono Giorgio Caoduro que cantó con personalidad vocal, ofreciendo un timbre profundo y uniforme y un carácter burlesco y jovial. A su vez, el barítono Nathan Gunn fue solo un discreto Belcore por carencia de autoridad y sustancia en la parte vocal y una rígida actuación. La soprano Valerie Vinzant, dio relevancia vocal y escénica al minúsculo papel de Gianetta. Poco habituado a dirigir este tipo de repertorio James Conlon sorprendió por la lectura que emanó de su batuta, extrayendo de la orquesta la alegre musicalidad y armonía contenida en la partitura, y con alta consideración por las voces. El del coro estuvo muy participativo y tuvo un desempeñó ampliamente satisfactorio en sus intervenciones cantadas.
VERSIONE IN ITALIANO
La Los Angeles Opera ha presentato il sempre divertente e spassoso Elisir d’Amore, un’opera del Belcanto che, ad eccezione della memorabile Lucia con Anna Netrebko, è stato dimenticato quasi totalmente dal teatro californiano durante le stagioni gestite da Kent Nagano prima e da James Conlon poi. A causa dell’austerità economica di cui soffrono oggi i teatri lirici di tutto il mondo si è pensato di recuperare l’allestimento curato da Stephen Lawless e John Engels, coprodotto con il Grand Théâtre de Genève, e visto qui per la prima volta nel 1996. L’azione si svolge in una fattoria, esteticamente piacevole, però il passare del tempo ha reso il tutto un po’ obsoleto con quelle alte pareti di legno, a metà della scena, che riducono lo spazio per i movimenti ed impediscono alla luce di pentrare dallo sfondo rendendo così buia la scena stessa. Costumi, invece, eleganti ed adeguati all’ambientazione agricola. La direzione scenica di Lawless ha richiesto ai cantanti precisione e perizia nei movimenti, senza caricare mai gli aspetti comici. Giuseppe Filianoti, nei panni di Nemorino, ha esibito una bella vocalità di timbrica raffinata, elegante nel fraseggio, limpida nell’emissione e corretta nella dizione. Ha saputo dare ad ogni parola il giusto tono di giocondità e innocenza. Nel suo debutto americano il soprano georgiano Nino Machaidze ha destato grande impressione mostrando indubbie qualità vocali come il colore timbrico, e le agilità quasi pirotecniche con una perfetta gestione della coloratura e sucirazze nell’emissione degli acuti. La figura giovanile e aggraziata la fa apparire come una Adina ideale, espressiva e capricciosa. Una rottura del tendine di Achille occorsa una settimana prima ha impedito a Ruggiero Raimondi (Dulcamara) di debuttare qui a Los Angeles, ma Giorgio Caoduro non lo ha fatto rimpiangere cantando con personalità, timbro omogeneo e carattere burlesco e gioviale. Nathan Gunn è stato un Belcore solo discreto per mancanza di sostanza vocale e un po’ rigido scenicamente. Valerie Vinzant ha, invece, dato una giusta rilevanza al piccolo ruolo di Giannetta. Poco abituato a dirigere questo repertorio James Conlon ha sorpreso per il piglio molto divertito e divertente della sua direzione e soprattutto per la scrupolosa attenzione nei confronti delle voci. Anche il Coro ha saputo ben disimpegnarsi.
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